16 ene 2007

DATOS PARA NUESTRO FUTURO

La historia argentina y el federalismo económico.

Por Juan Carlos Nicolau.

Cuando España dio forma jurídica al Virreinato del Río de la Plata, cuyo bicentenario se celebró en 1976, las regiones que lo constituían se desenvolvían dentro de un sistema económico coherente. El corazón del mismo era la ciudad de Potosí, en cuyo cerro se encontraban minas de plata, mineral codiciado por los conquistadores y cuya explotación se efectuaba recurriendo a la mano de obra indígena. Sin enumerar en detalle la producción de ese mineral, la singularidad del desarrollo alcanzado por esa minería se pone de manifiesto al tener en cuenta que, en 1670, la zona denominada Alto Perú contaba con una población cercana a los 200.000 habitantes.

Alimentar y vestir a los trabajadores indígenas, al menos para que pudieran subsistir, condujo a establecer una industria artesanal, con rasgos de manufactura, que sobre la base de los algodonales de Salta y Tucumán, proveían de esta fibra a los poblados donde se concentraban las correspondientes tejedurías. La producción textil de los telares permitía obtener burdas telas destinadas a confeccionar ropas para ocultar "las desnudeces" de los indígenas, pues las telas provenientes de España tenían un precio alejado de sus posibilidades económicas.
Córdoba en el centro del actual territorio argentino, criaba el ganado mular requerido para el transporte del mineral, cuyo engorde se realizaba en los campos de Salta, mientras Tucumán era fuente de maderas y curtiembres para obtener cueros, sin dejar de mencionar su explotación azucarera que abastecía prácticamente todas las necesidades del país.
La región nordeste cultivaba la yerba mate, el tabaco y producía aguardiente de caña, y se construían embarcaciones, mientras en la zona de Cuyo, los caldos eran la actividad productora principal de su economía regional, siendo el litoral el proveedor de ganado vacuno y caballar, mientras producía cueros secos y salados y carnes preparadas como tasajo.
En resumen, la actividad minera del norte había desarrollado un federalismo que se traducía en un equilibrio económico que, al margen de esa actividad productora, se reflejaba en distintos zonas, donde primaban diversos intereses políticos y culturales, tales como el gobierno del virreinato establecido en Buenos Aires, la famosa universidad de Chuquisaca y el puerto de Montevideo que brindaba mejores condiciones marítimas para el arribo de naves de ultramar.
Cuando la Banda Oriental, con Artigas a la cabeza, después de la Revolución de Mayo propuso la organización política de las provincias sobre la base de un sistema federativo, este respondía a la real estructura económica y social del virreinato. Pero este propósito no prosperó a consecuencia de la guerra de la independencia contra el poder español y en particular, por la intransigencia de Buenos Aires que concentraba el poder económico derivado de las importaciones extranjeras y, posteriormente, debido al crecimiento inusitado que adquirió la actividad pecuaria con la exportación de cueros salados y secos seguido del procesamiento de carnes saladas, dirigidas a los mercados de esclavos en las plantaciones de azúcar de Brasil y Cuba.
La estructura económica basada en la explotación de la plata del Alto Perú naufragó por la guerra contra España y simultáneamente por el empuje de la Revolución Industrial inglesa al infiltrarse con sus mercaderías por el puerto de Buenos Aires. La economía bonaerense se desarrollo y fortaleció, acrecentándose por la expansión de la frontera sur al ampliar el dominio de los hacendados y décadas más tarde por la explotación agrícola de las magníficas tierras de la hoy denominada "pampa húmeda", mientras el territorio altoperuano azotado por la guerra dejó de gravitar en el conjunto del antiguo virreinato.
Luego de cruentas y dolorosas luchas civiles, los intereses agropecuarios del Litoral dieron la espalda al interior del país, una estructura económica basada en la exportación de carne y cereales y su intercambio por productos manufacturados en el extranjero, reemplazó al antiguo sistema económico virreinal. Este cambio respondió, a su vez, a la declinación mundial de España que perdió su hegemonía frente a la Gran Bretaña.
Buenos Aires continuó siendo lo que había sido siempre, la Aduana de su puerto, y a través de éste las mercaderías foráneas sustituyeron trágicamente a muchas de aquellas que hubieran podido ser producidas en cantidad y calidad en el país, en los lugares de origen de la materia prima. Las provincias interiores paulatinamente se empobrecieron, salvo pequeños núcleos aislados, decreciendo su población en términos relativos respecto al litoral, como consecuencia se produjeron marcadas asimetrías en la economía de las provincias del noroeste.
Esta descripción histórica es conocida, cualquier argentino medianamente preocupado por la situación política y social de nuestro país es conciente de ella y sufre directa o indirectamente las consecuencias de este desarrollo inorgánico, siendo innumerables los estudios, ensayos y discursos que se han pronunciado en torno al tema, especulando incluso en una supuesta inviabilidad como nación. ¿Por qué entonces, insistir en el análisis del problema relacionado con la ausencia de un federalismo económico y el supuesto federalismo político? Es que éste, continúa siendo una variable fundamental en cualquier solución al futuro argentino.
Argentina debe, no sólo desarrollar sus riquezas potenciales que son significativas, debe simultáneamente concretar un federalismo económico y político que permita ocupar la mano de obra existente en cada región del país evitando la concentración desmedida ya existente en las provincias del litoral. La creación de riqueza por el trabajo debe conducir a una mejor condición de vida para una mayoría, no sólo en cuanto a bienestar material sino también cultural y social. Es preciso que esto ocurra para evitar un usufructo desequilibrado como ocurre actualmente, cuando algunos contribuyen al esfuerzo, pero no participan en los beneficios, dando lugar al contraste entre el denominado interior y el litoral marítimo.
Pero esta propuesta presupone desarrollar un sistema económico que protegiendo las áreas en las cuales el país tiene ventajas comparativas con el exterior se incorporen nuevos emprendimientos acordes con los adelantos tecnológicos y científicos. En la actual coyuntura argentina frente a un mundo que utiliza una tecnología cada día más compleja que se expande a un ritmo vertiginoso, será necesario promover el aprovechamiento de la capacidad intelectual de nuestra población y enfatizar la adecuada enseñanza a todos los niveles de la población.
El federalismo económico a proponer debe estar en condiciones de absorber las nuevas tecnologías, negociando con aquellos países o grupos internacionales que la detentan, sin caer en los simplismos de los extremos. Es preciso utilizar imaginación y audacia para concentrar el esfuerzo en aquellos sectores dinámicos que utilicen las ventajas comparativas que poseen determinados sectores, mientras al mismo tiempo se protegen otros que puedan requerir apoyos impositivos o aduaneros para afirmar su existencia con el compromiso de alcanzar la vitalidad necesaria para actuar en competencia.
En la búsqueda de objetivos concretos para la Argentina futura esta propuesta es válida y debe ser una base para determinar el rumbo a seguir, este no puede responder a decisiones voluntaristas ni declaraciones ambiguas. Los hechos históricos constituyen un antecedente de fundamental importancia, ellos son hitos que pueden contribuir, a partir de los errores pasados de un librecambio funesto, obtener la visión de un porvenir más venturoso.
Argentina fue en el pasado, en particular en la primera mitad el siglo XX, la hermana mayor de América Latina por su condición socio-económica y por el enfoque sudamericano de sus hombres de gobierno, hoy debe tomar conciencia y aceptar su retroceso relativo buscando nuevas bases para su vinculación continental. El proyecto del Mercosur continúa siendo un camino válido en la medida que se dejen de lado las suspicacias que acarrean el juego mezquino de los intereses sectoriales. Sin pretensiones de hegemonía política, carentes de validez en el presente, Argentina debe persistir y perseverar en una integración latinoamericana que en el pasado contemplo con cierto desdén, para complementar su desarrollo interno y promover el de los países participantes.
Es sabido cuantas dificultades presenta materializar los objetivos señalados. Los mayores inconvenientes surgirán de la oposición de los famosos intereses creados que siempre desean mantener sus privilegios. En este sentido resulta de particular importancia cambiar la mentalidad argentina, los resabios de un pasado relativamente venturoso, de gran movilidad social y de crecimiento económico de espaldas al país real, con la mirada puesta en una Unión Europa que ha dejado de existir, a partir de la crisis económica mundial de los años 30 del siglo pasado, como potencia mundial, al ceder éste lugar a los EE.UU. y concretar su política a acrecentar su mercado interno incorporando a todas las naciones que la integran para afianzar un supuesto "estado de bienestar.
Será necesario olvidar los perimidos conceptos de una Argentina agrícola-ganadera excluyente, para pensar en un país integrado en sí mismo, con sus industrias asentadas en la utilización de sus materias primas para competir con decisión en un mundo estrechamente interrelacionado. Un futuro posible se logrará por prepotencia de trabajo sin mendigar ayudas interesadas, pero sin refugio en un aislacionismo imposible en nuestro tiempo, dejando atrás más de medio siglo de reiterados fracasos económicos reflejados en la declinación del producto bruto interno y por otra parte, políticos, con la degradación de la democracia, oscurecida por una mitología populista.
El futuro de la Argentina está en manos de sus habitantes, luego de diez largos años durante los cuales se perdieron sus fuentes de energía, su sistema ferroviario y su industria liviana y semi-pesada, es posible que nuevas generaciones logren orientarla hacia un porvenir más venturoso social, económico y cultural.

SOBRE EL AUTOR DE ESTE ARTICULO: J.C. Nicolau nació en Buenos Aires. Se graduó de ingeniero en la Universidad Nacional de la Plata en 1951. Realizó investigaciones en el Archivo Nacional de Río de Janeiro (Brasil), en Washington, en el National Archives (EE.UU.), y en el British Museum y National Archives (Londres). Es miembro de la Sociedad Científica Argentina, del Centro Argentino de Ingenieros, de Comité Argentino de Ciencias Históricas y de la Asociación de Historia Económica Argentina. Ha publicado numerosos libros (que iremos reseñando en esta misma página) y en especial Ciencia y Técnica en Buenos Aires (1800-1860) que fuera editado por EUDEBA.

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