7 ago 2006

¿QUÉ OCULTA CUALQUIER ATROCIDAD?

Una carta firmada por John Berger, Noam
Chomsky, Harold Pinter y José Saramago

El capítulo más reciente del conflicto entre Israel y Palestina comenzó cuando efectivos israelíes se llevaron por la fuerza a dos civiles, un médico y su hermano, de Gaza. Tal incidente casi no se cubrió en ningún lado, excepto en la prensa turca. Al día siguiente los palestinos capturaron a un soldado israelí y propusieron un intercambio negociado por los prisioneros que han tomado los israelíes: hay aproximadamente 10 mil de ellos en las cárceles de Israel. Que este "rapto" fuera considerado una atrocidad, mientras se considera un hecho lamentable pero realista de la vida que las Fuerzas de Defensa (¡!) Israelíes ejerzan la ilegal ocupación militar de Cisjordania y la apropiación sistemática de sus recursos naturales, en particular el agua, es típico de la doble moral empleada recurrentemente por Occidente ante lo que les ha sobrevenido a los palestinos, durante los últimos 70 años, en la tierra que les asignaron los tratados internacionales. Hoy, a la atrocidad le sigue otra atrocidad: los proyectiles improvisados se cruzan con los sofisticados misiles. Estos últimos hallan su blanco donde viven los pobres, desheredados y hacinados, que esperan la llegada de lo que alguna vez se llamó justicia. Ambas categorías de proyectiles desgarran los cuerpos de manera horrible; ¿quién, salvo los comandantes en combate, puede olvidar esto por un momento? Cada provocación y su contragolpe se impugnan y son motivo de sermones. Pero los subsecuentes alegatos, acusaciones y solemnes promesas sólo sirven de distracción, para evitar que el mundo preste atención a una estratagema militar, económica y geográfica de largo plazo cuyo objetivo político es nada menos que la liquidación de la nación palestina. Esto tiene que decirse fuerte y claro porque la estratagema, sólo a medias manifiesta, y a veces encubierta, avanza muy rápido en los días que corren y, en nuestra opinión, debemos reconocerla tal cual es, incesante y eternamente, y resistirnos a ella. Mieussy, Francia (23-07-2006)

Traducción: Ramón Vera Herrera
Gentileza:: Guillermo C. Cohen-DeGovia

NOVEDAD EDITORIAL

Fueron recientemente publicados los poco conocidos poemas de Harold Pinter, el premio Nobel de Literatura de 2005, que aparecen bajo un título que no se presta ninguna confusión: GUERRA. El texto que demuestra una inflexible posición crítica de su autor, a los conflictos bélicos de Iraq, fue puesto en las librerías por Ediciones de la Flor y cuenta con una excelente y comprensiva traducción de Andrew Graham-Yooll.

Resulta curioso escribir sobre este libro ya que, a la grata sorpresa de su aparición, se suma el hecho de haber conocido recientemente a su traductor en una de las reuniones más sorprendentes que ofrece esta misteriosa Buenos Aires. Nos referimos a LA MESA DE LOS JUEVES, un encuentro de notables periodistas, donde de tanto en tanto aparece Graham-Yooll.

Walter Cassara en el diario La Nación nos informó sobre el libro en estos términos: Resulta paradójico, pero la guerra que es, desde todo punto de vista, un hecho atroz, puede también convertirse en un hermoso libro de poemas. Para comprobarlo, bastaría sólo con mencionar a Wilfred Owen y Sigfried Sassoon, poetas ingleses que combatieron en las sanguinarias trincheras de la Primera Guerra Mundial, y que registraron sus experiencias con un lirismo tan crudo y testimonial, así como logrado formalmente. A ellos habría que sumarles ahora el nombre del dramaturgo Harold Pinter, que ha publicado Guerra, una breve colección de poemas escritos contra la invasión a Irak. No obstante, a diferencia de sus ilustres precursores -que expresaron en términos poéticos una tragedia vivida en carne propia en los campos de batalla-, Pinter nos habla de una guerra que juzga petulante y estúpida, pero de la cual en verdad no sabemos absolutamente nada.

De ahí que el autor se pregunte, con un sentido común que podría ser el de cualquier ciudadano más o menos conciente de estos días:

¿Dónde está el cuerpo muerto?
¿Quién halló el cuerpo muerto?
¿El cuerpo muerto estaba muerto cuando fue hallado?
¿Cómo se halló el cuerpo muerto?

El libro en sí contiene, aparte de los poemas de Pinter, una introducción de Graham-Yooll y una imperdible entrevista que mantuviera el traductor con el dramaturgo inglés. También discursos de Pinter en ocasión de recibir un título honorario en Turín y al recibir el Premio Wilfred Owen. Pero quizás algo importante, para emprender la lectura de estos poemas, es lo que dice Graham-Yooll en el primer párrafo de su introducción: "Siempre me pareció que Harold Pinter podía ser parte de Buenos Aires. Había algo en su obra dramática que pertenecía a esta ciudad, su lenguaje se escuchaba, se recibía y también se transmitía, en conversación y sentimiento. (...)" A partir de estas significativas palabras no es difícil imaginar el diálogo con la literatura, las ideas y la personalidad de Pinter que se establece. Sinceramente, un texto para aprovechar en muchos sentidos.
Una profunda visión sobre el crudo enfrentamiento del dramaturgo, con una realidad que nos compromete a todos, pero que en sus trazos más groseros nos negamos a asumir aún desde el conocimiento emocional.
(Reseña: J. B.)

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