14 ago 2006

MAS DE PINTER EN LA GRAN TRADICION

El dramaturgo británico ignorado por la
prensa y bendecido por una obra implacable

Cuatro siglos antes de Cristo, Aristófanes el más grande comediógrafo griego, inauguraba con sus comedias una tradición que llega a nuestros días. En la Atenas de aquellos tiempos estas obras, que reflejan el compromiso de su autor, son encendidas sátiras políticas, filosóficas, sociales y literarias que intentan reflejar su tiempo. Entre sus obras están: Las Nubes (contra Sócrates), Las Aves, Lisístatra (contra la guerra), Las Avispas, Las Ranas (contra Eurípides), Plutón (contra los ricos).
El último Nobel de literatura que fuera otorgado al dramaturgo Harold Pinter, premia de alguna manera, la personificación de esta antigua tradición de crítica y de oposición sistemática que solamente algunos autores enarbolan como estardantes de su producción.
Pinter ha ejercido en su obra estos valores. Sólo algunos autores se atreven a ejercer, poniendo lo que hay que poner, su talento para desmebrar el conformismo que rápidamente se instaló en las producciones teatrales en tiempos de posteriores a la finalización de la II Guerra. Siguiendo la vieja tradición de Aristófanes, de no dar descanso a la conciencia crítica y no abandonar el compromiso, el autor inglés se suma a esa gente de teatro "comprometida" con la antigua función encomendada al viejo medio de expresión.


Pinter nació en Londres en 1930, hijo de un sastre judio, ha dicho que el antisemitismo que sufrió durante su adolescencia tuvo un papel central en su decisión de ser dramaturgo. Su formación incluyó un paso breve por la Real Academia de Arte Dramático de Londres (RADA), pero principalmente se formo a sí mismo como escritor, actor y director de teatro.
Se lo considera un maestro de los diálogos breves y cortados donde el subtexto siempre juega un papel amenazante. También se mencionan a sus influencias entre las obras de Kafka y Samuel Beckett (con quien Pinter tuvo una estrecha amistad). De alguna manera en el olvido a partir de los años ochenta Pinter siguió creando nexos entre la palabra y la verdad desde su propia posición. Algo que es fácil decir pero que nunca es fácil de asumir. Porque ser un dramaturgo políticamente incorrecto, como muchos saben que es catalogado Pinter, puede ser prestigioso pero se trata de un camino que nunca es humanamente fácil.
Todavía hoy existe un manto de olvido real que oscurece la obra de un autor determinate en la historia teatral del siglo XX. Este es un precio bastante alto, que deben pagar sus obras, y en especial sus precisas indagaciones sobre espacios tan concretos como el poder, la corrupción, los derechos humanos y la guerra.
A pesar de todo, el ignorado opositor a las políticas de los EE.UU. y de Blair fue nombrado, a partir de octubre de 2005, el nuevo Nobel de Literatura.
En un diario capitalino se recogió su sorpresa por el premio en esta frase: "Es algo que nunca hubiera esperado".
Eran las simples declaraciones del autor de obras maestras del teatro contemporáneo como "La fiesta de cumpleaños" y "El Cuidador". A los 75 años, cuando esto sucedía, había sobrevivido a un cáncer y seguía escribiendo poesía:


Dios bendiga a América

Acá van de nuevo Los Yank's en su desfile armado
Cantando sus baladas de alegría

Mientras que galopan a través del gran mundo
Alabando al dios de América.


Las alcantarillas están tapadas con cadáveres
Los que no pudieron participar

Los otros que rehusaron cantar
Los que están perdiendo su voz
Los que se olvidaron de la canción

Los jinetes tienen látigos que cortan
Tu cabeza rueda por la arena
Tu cabeza es un pozo en la tierra
Tu cabeza es una mancha en el polvo

Tus ojos ya no funcionan y tu nariz sólo olfatea el olor a muerte

Y todo el aire muerto está vivo
Con el olor del dios de América

(Enero de 2003, publicado en HaroldPinter.org)

UN PREMIO NOBEL CON POCA PRENSA.

Aún hoy el hecho de que Harold Pinter sea el último premio Nobel de Literatura es un hecho ignorado. No parece pero los espacio de vacio en la informacion funcionan tan eficientemente como aquellos que se inflan con determinadas cuestiones. Por esa razón recobramos estas "viejas informaciones" en la intención de recobrar un mínimo espacio de memoria sobre lo que suedió cuando se distinguió a la Pinter con el premio de la Académia Sueca.

El columnista de Clarín, Andrés Hax decía en aquel momento (14-10-05): "Para sorpresa del mundo literario, el dramaturgo inglés Harold Pinter ganó ayer el Premio Nobel de Literatura. El autor de más de treinta obras esenciales del teatro contemporáneo —entre ellas "La fiesta de cumpleaños" (1957), "El montaplatos" (1957) y "El Cuidador" (1959)— declaró desde la puerta de su casa londinense, en el barrio de Holland Park: "Ni he tenido tiempo para pensar pero estoy muy, muy conmocionado. Es algo que nunca hubiera esperado".Hax mencionaba en aquel mismo artículo que:
Aunque nadie puede negar que la obra de Pinter es central a la literatura del siglo XX —y que desde el punto de vista artístico la entrega del premio es irreprochable— la elección de la Academia tiene una vuelta de tuerca política. El dramaturgo, que cumplió 75 años el lunes, ha sido un artista comprometido toda su vida, algo que se refleja en sus textos y en sus posiciones personales. Desde que se inició la última guerra en Irak ha militado abiertamente en contra de Tony Blair y de George Bush así en protestas públicas como escribiendo poemas de barricada. Comparó a la actual administración estadounidense con los nazis y calificó a Tony Blair como "un imbécil balbuceante". La Academia calificó a Pinter como el "representante más destacado de la dramaturgia inglesa de la segunda mitad del siglo XX". Además se dijo en el comunicado: "Pinter restauró el teatro a sus elementos básicos: un entorno encerrado, un diálogo impredecible, donde las personas están a merced uno del otro. Se percibió en un inicio como una variante sobre el teatro del absurdo, pero últimamente se ha mejor caracterizado como 'comedia de amenazas', un género en el cual el escritor nos permite oír a escondidas sobre el juego de dominación y sumisión escondido en conversaciones aparentemente mundanas". Sus pares expresaron una enorme alegría al conocer las noticias. La escritora austríaca Elfriede Jelinek, ganadora del Nobel en 2004, declaró: "Estoy encantada. Felicito a él y a la Academia. ¡Otro de izquierda! Y además un maravilloso dramaturgo". En tanto, el escritor inglés Alan Ayckbourn manifestó: "No podía tocarle a una persona mejor". La noticia se festejó también en Buenos Aires. La dramaturga Griselda Gambaro le dijo ayer a Clarín: "En Pinter se premió también la poesía y la actitud política. Como hombre de teatro, la innovación que significó fue muy importante. Esa manera de llevar el diálogo, esa ruptura que hizo. Explora mucho las posibilidades del lenguaje común, lo lleva a otro lado, con repeticiones, con incoherencia y, a la vez, un poderoso hilo conductor interno".
En otros espacio de la información se mencionaba que Clarín habló con Ariel Dorfman, el escritor chileno nacido en Buenos Aires, quien dedicó su libro La Muerte y la Doncella a Pinter. Desde Nueva York, donde se encuentra ensayando su última obra teatral, dijo que "Ya en el 68 lo consideraba un maestro mío, nunca pensé que iba a ser mi amigo" — el último libro de Pinter, aún no publicado, Death, etcetera que reúne sus últimas piezas teatrales y poemas, está dedicado a Dorfman y su esposa Angélica— "cuando oí las noticias grité ¡Aleluya! Es un reconocimiento a alguien que ha marcado el teatro del siglo XX. Y hay que recordar como él se jugó contra las dictaduras latinoamericanas. Nunca, nunca dejo de luchar por los derechos humanos en todo el mundo."

UN ELEGIDO DE LA VIEJA CENSURA ARGENTINA

Harold Pinter escribió muchos guiones para el cine —originales y adaptaciones—, pero además hizo pequeños papeles como actor. Los más jóvenes podrán verlo divirtiéndose en El sastre de Panamá (2001), una película de espías dirigida por John Boorman. Otros lo recuerdan como actor y guionista en Extraño accidente (1967), de Joseph Losey. Lo cierto es que la relación de Pinter con el cine viene de lejos. También es importante su relación con el teatro rioplatense. Los memoriosos recordarán el escándalo —era 1967, dictadura de Onganía— cuando Leopoldo Torre Nilsson dirigió La vuelta al hogar en el Instituto de Arte Moderno. Actuaban Sergio Renán y Julia Von Grolman, la sala fue clausurada luego de unas pocas funciones. La censura municipal dijo que la obra era "repugnante" y Torre Nilsson debió esperar hasta 1972 para reestrenarla. Lo cierto es que las más famosas obras de Pinter fueron adaptadas al cine: El cuidador (1964, dirigida por Clive Donner), La fiesta de cumpleaños (1968, William Friedkin), La vuelta al hogar (1973, Peter Hall). Incluso, Pinter dirigió una película para recordar: Butley (1974), basada en la conocida obra de Simon Gray. Muchos creen que el mejor guión cinematográfico original de Pinter es el que escribió para el cineasta Joseph Losey en El sirviente (1963), con inolvidables actuaciones de Dirk Bogarde y James Fox. Entre sus adaptaciones más logradas están El mensajero del amor (1971, Losey) sobre un relato de L. P. Hartley; El último magnate (1976, Elia Kazan) sobre la novela de Scott Fitzgerald; y La amante del teniente francés (1981, Karel Reisz) basada en un relato de John Fowles. En las últimas décadas, el teatro de Pinter fue muy representado en Buenos Aires, tanto en las salas oficiales como en off Corrientes. Incluso, algunos críticos relacionan El señor Galíndez, de Eduardo Pavlovsky —un clásico del teatro político de los años 70—, con una obra temprana de Pinter, El montaplatos. Un autor clave del teatro joven, Rafael Spregelburd, ha traducido y dirigido textos de Pinter.

FORO POR LA MEMORIA

Harold Pinter y la verdad

Por José Antonio Vidal Castaño

La concesión del premio Nóbel a un escritor políticamente incorrecto como Harold Pinter, ha gozado, no obstante, de amplio consenso en el mundo literario que se ve reconocido en la calidad de sus aportaciones al teatro: "La habitación", "El cuidador", etc.; al cine: guiones de "El sirviente" o "La mujer del teniente francés"; a la televisión: "La salida nocturna"… Pinter es una apuesta brillante e inesperada, pero, ciertamente, incomoda para la clase política neoconservadora. El dramaturgo londinense parecía destinado a la solitaria degustación de ciertas minorías intelectuales pero con el Nobel este escritor de 75 años, de origen judío y proletario, ha pasado a primer plano de la actualidad y su obra puede cobrar una nueva dimensión.
Pinter, tan disidente como Sartre (que rechazó el Nobel), ha jugado sus cartas. A Sartre el escándalo le confirmó como icono de la rebelión juvenil de los años sesenta. Pinter parece, por contra, refractario a la popularidad. Es consciente de que la situación mundial es, cuarenta años después y tras la caída del imperio soviético, algo diferente. Harold Pinter tiene, como ha podido ver todo el mundo, ideas claras acerca de la verdad o las verdades, y la mejor oportunidad para difundirlas le ha llegado con el discurso de aceptación de su merecido premio titulado Arte, verdad y política. Pinter no ha defraudado a los que pensamos que la verdad no es una cuestión banal, oficial y burocrática. Y con ello ha demostrado un raro valor: "¿Cuántos seres humanos deben morir para que califiquemos a sus responsables –en referencia a la política exterior estadounidense- como criminales de guerra? Con un discurso antiimperialista de alto voltaje, algo insólito en estas ceremonias, sus dardos han apuntando al corazón de los dos máximos dirigentes de Occidente: el inefable George Bush y el conspicuo Tony Blair, al tiempo que perfila un certero diagnóstico acerca del tsunami político y social que padecemos. Denuncia la perversión del lenguaje político que fabrica en cada situación la "verdad" que necesita, como el origen de la corrupción política que deviene en corrupción económica, verdadera madre de todas las batallas. La desinformación, sostiene, es la metodología utilizada por las elites políticas "para mantener al pueblo en la ignorancia". Insiste en "separar lo falso de lo verdadero" a fin de no confundir lenguaje y propaganda: "Hay que evitar a cualquier precio el panfleto como sustituto de la verdad…", aunque exime a la sátira política de cumplir estas reglas.
El reciente Nobel, en su extensa parrafada no se acordó para nada de José Maria Aznar, cómplice de los dos gigantes anglosajones en el "negocio" fallido de la guerra de Irak y responsable ante los españolesde faltar repetidamente a la verdad. El olvido parece intencionado pues el escritor hizo una explicita referencia a la Guerra Civil recordando unos versos de Neruda: "Generales traidores/ mirad mi casa muerta/ mirad España rota". Nuestros neocons difunden una versión propia donde los traidores no fueron "los generales" sino el Frente Popular y sus aliados de las autonomías. Pinter que como dijo Machado de Unamuno: "Sabe a Jesús y escupe al fariseo" debió de pensar que el ex presidente del gobierno español era, simplemente, un personaje de pacotilla.

(José Antonio Vidal Castaño es historiador y escritor).
Fuente: la fogata.org

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