5 mar 2007

APUNTES SOBRE EL VALOR DEL PENSAMIENTO

¿Qué sería del hombre sin el poder de pensar?

Juan Carlos Nicolau escribió recientemente este breve pero sustancial ensayo: EL VALOR DEL PENSAMIENTO, que recomendamos para apreciar y distribuir entre los lectores de este blog, ya que su lectura nos ofrece varias herramientas para ir luchando contra la incultura que cada vez se apropia de sectores más amplias de nuestra sociedad. Nicolau, con sagacidad y entendimiento de estudioso del tema, nos brinda una resumida información y nos muestra algunos ejemplos que serían valiosos para entender las causas estructurales de un mundo en decadencia. Un mundo, como el nuestro, que tiene delante de sus propias narices todas las posibilidades para el cambio que necesita.

Protágoras, filósofo heleno, natural de la ciudad de Abdera, sostenía que "el hombre es la medida de todas las cosas", quizá, se podría añadir a su vez que él, es principio y fin de todas las cosas, en cuanto aquello que concierne a su vivir en sociedad. Está afirmación que es una verdad que, aparentemente, no necesita demostración, sin embargo, se olvida a menudo. En el diario discurrir se observa, cuando se habla de sistemas, de proyectos, de obras, de objetos y de ideas dejando de lado el fin último, el destinatario de todas las cosas.
Es que, el mundo del hombre del siglo XXI es maravilloso. El sólo conocimiento de que hemos abierto la puerta a la exploración del Cosmos da la pauta para el asombro. Sin embargo, frente a lo deslumbrante y mágico de su accionar, al mismo tiempo el hombre continua destruyéndose a si mismo en forma irracional. Las guerras económicas entre países, los conflictos políticos y religiosos traducidos en acciones armadas y la incapacidad para resolver el problema del hambre a nivel mundial comprueban una actitud esquizofrénica.
He aquí, pues, el nudo del problema. Porque ¿qué es el hombre sin su capacidad de poder pensar? Ya Pascal había afirmado: el hombre es una caña pensante. Débil en su estructura física, comparado con otros organismos vivientes y a las fuerzas que desata la naturaleza, el hombre ha llegado a modificar el ambiente que le rodea, emergiendo a través de un largo proceso desde la oscuridad de la prehistoria merced a la invención de herramientas, mediante su capacidad para pensar.
Si esto es así, si somos en función de nuestras ideas, si en verdad despojados de la capacidad de razonar volvemos a nuestra condición original de primates ¿cómo es posible que releguemos a niveles inferiores tan precioso concepto?
Una nación es función de las acciones de sus habitantes, no existen países sin pobladores, lo que hacen y producen será el beneficio que recibirán de acuerdo con su trabajo. Para hacer y producir es preciso recurrir al cerebro humano. Esto implica dar valor a la instrucción y a la cultura, es fundamental.
Si Argentina figuró en el siglo XIX y la mitad del siguiente entre las naciones con un alto índice de desarrollo social fue consecuencia no solo por la existencia de excelentes tierras para el cultivo agrícola y ganadero, sino porque organizó un sistema de instrucción pública obligatoria y gratuita que, con sus guardapolvos blancos, creo en los cuatro rumbos del país generaciones alfabetas que le dieron una base y un sentido de nación.
Porque la escuela primaria argentina fue la célula de la voluntad de país, la amalgama que transformó al aluvión inmigratorio, la concreción del concepto abstracto de patria. Esta tarea que cumplieron con visión de futuro, las generaciones anteriores, merece nuestro respeto, pero aun más merece nuestra emulación.
Debemos fortalecer las estructuras de la cultura, comenzando por la enseñanza primaria y secundaria, como un primer paso, introduciendo los cambios que reclaman los tiempos presentes. Escuchemos en esto la palabra de los especialistas, pero sin perder la senda olvidando los objetivos fundamentales.
Argentina exporta materia gris, hombres preciosos que enriquecen otras latitudes, donde los reciben sin preguntas, en cambio aquilatando el valor de su intelecto. Este hecho debe avergonzarnos profundamente y aquí no son válidas ambiguas declaraciones de rescate, con prebendas ridículas que no son del caso considerar.
Debemos entender que las naciones que marcan rumbos, no se sustentan en el solo poder de sus riquezas económicas. El trabajo crea riqueza, como proclamó Adam Smith hace dos siglos, pero éste requiere hombres pensantes, no hay otro camino.
Hay que comprender que los hombres de la cultura, el escritor, el maestro, el profesor, el científico deben ser considerados puntales básicos para el progreso de la sociedad en su conjunto. De aquí que es preciso valorar su labor otorgándoles un reconocimiento material y moral que ponga de relieve esta circunstancia.
Es preciso entender que el estancamiento de la nación es un problema que no se encuentra focalizado exclusivamente en factores relacionados con el desarrollo económico. El atraso puede deberse a una actitud mental, la ausencia de otorgar importancia al pensamiento, la carencia de metas definidas en éste sentido.
Para superar el atraso cultural glorifiquemos el pensamiento. Éste no puede ser el resultado de un acto imprevisto o aislado, será consecuencia del estudio y la investigación de los alumnos, los profesores, los científicos. Será la suma de las escuelas y universidades, estas constituyen el cerebro del país. Es preciso construir una pirámide de base sólida, con la instrucción primaria, que culmine en una Universidad con mayúscula que reúna, como en otras latitudes, el conocimiento universal para adaptarlo y aplicarlo a las condiciones y requerimientos particulares de nuestra sociedad.
La Universidad debe constituir un patrón de medida fundado en el conocimiento de cada uno de sus integrantes, no caben otras valoraciones. Debe integrar el pensamiento del país, el laboratorio que discute y propone, investigando el pasado y proyectando el futuro, sin ataduras de ninguna especie, el órgano de consulta de los políticos y hombres de acción para la toma de decisiones. Debe estar vinculada profundamente en el quehacer político, económico y social de la nación, guardando su autonomía funcional.
Estos propósitos requieren reconocer el valorar intrínseco y fundamental del pensamiento y dar a los hombres ocupados en éste quehacer, estabilidad en su tarea a lo largo de los años, formando equipos de trabajo y otorgando respaldo económico a su labor.
Es necesario repetir, la Universidad es el cerebro del país, sin cerebro no hay ideas ni pensamiento, se carece de brújula, hay ausencia de objetivos. La universidad lejos de ser una fábrica de títulos profesionales, es mucho más, éstos son necesarios en lo inmediato, pero en todo caso no constituyen la tarea universitaria más importante. Es preciso calar hondo para llegar a la médula, por consiguiente es preciso otorgar el lugar que merecen a los hombres que hacen al pensamiento de la nación. Este reconocimiento debe constituir una prenda de orgullo para todos los argentinos y borrar así el concepto actual de considerar capaces tan solo a aquellos que tienen habilidad para amasar dinero.

Si se lucha por éste objetivo se habrá comenzado a modificar en profundidad las estructuras sociales argentinas, en este sentido es imprescindible una voluntad política de parte de todos aquellos que, en diferentes ámbitos, tienen responsabilidad en la conducción del gobierno del país.

J.C.Nicolau.
Febrero 2007.

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