20 nov 2008

IDEAS DE MANUEL BELGRANO PARA HOY

Debido a la crisis financiera global, esa extraña maniobra que pocos entienden pero que al parecer nos perjudica a todos, el mundo entró en una Dimensión Desconocida y el debate actual gira en torno a: ¿Tarifas proteccionistas o sistema de libre comercio? Por eso las discusiones sobre el libre comercio volvieron a la primera plana de los medios de prensa en las últimas semanas. Resulta interesante bucear en nuestro pasado, incluyendo una curiosa idea de Manuel Belgrano. También en el análisis de este tema por parte del historiador J.C. Nicolau.

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Encontramos, buscando a través de nuevas lecturas de antiguos textos, que Manuel Belgrano, en su carácter de secretario del Real Consulado, un organismo que estaba destinado a regular el comercio y la actividad económica, trataba de adecuar sus ideas a un proyecto de futuro. En sus memorias, el prócer proponía medidas destinadas a fomentar el desarrollo de las actividades agrícolas, siguiendo las ideas fisiocráticas, como también las pecuarias y el comercio.
Planteaba, ya en esos tiempos, un escenario plural no globalizado y sí multipolar. En uno de estos documentos, escrito en 1802, proponía el establecimiento de Fábricas de Curtiembres, pues en su opinión "todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primeras no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño es conseguir, no solo el darles nueva forma, sino aun atraer las del Extranjero para ejecutar lo mismo y después vendérselas…", y agregaba: "pues nadie ignora que la nueva coordinación, que se le da a la materia primera, le da un valor en mucho excedente al que tiene sin aquella el cual queda en poder de la Nación que la manufactura, y mantiene, a infinitas clases del Estado…." (Luis Roque Gondra – Las ideas económicas de Manuel Belgrano).
En un artículo publicado en el Correo de Comercio (1810), atribuido a Belgrano, se señalaba la conveniencia de industrializar las materias primas del país. En este sentido, decía que "el modo más ventajoso de exportar las producciones superfluas de la tierra, es ponerlas antes en obra, o manufacturarlas," y en otro de los aspectos conducentes al mismo fin, se señalaba que "la importación de mercaderías que impiden el consumo de las del país, o que perjudican al progreso de sus manufacturas y de su cultivo, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación". (Proteccionismo y libre comercio en Buenos Aires. (1995) - Juan Carlos Nicolau – Centro de Estudios Históricos, Córdoba).
Es evidente que al unir los sutiles hilos de la economía teórica con la economía real o de la vida cotidiana de los pueblos, se trataba de evitar futuros problemas creados por inciertos mecanismos especulativos. Belgrano creía en la realidad, en la producción concreta de bienes. También es evidente –como dicen muchos historiadores-, que las ideas de Adam Smith eran bien conocidas por el vocal de la Primera Junta de Mayo, y veía la necesidad de aplicar sus ideas para lograr la independencia económica del monopolio español y contribuir al beneficio y bienestar de los pueblos americanos.

Adam Smith y el proteccionismo británico.
Adam Smith (1723-1790), el más destacado propulsor del liberalismo comercial y defensor del libre cambio entre las naciones en beneficio de las industrias de su país, admite recurrir al proteccionismo cuando se presentan tres situaciones específicas en las condiciones políticas y económicas de la sociedad.
En su famoso tratado "La riqueza de las naciones", sostiene claramente que deben adoptarse medidas proteccionistas en los casos siguientes:
1) cuando una industria en particular es necesaria para la soberanía del país.
2) si se requiere la protección de aquellas manufacturas útiles para proporcionar ocupación a una importante cantidad de habitantes.
3) si resulta ventajoso imponer gravámenes sobre los extranjeros para alentar la industria doméstica, conviene entonces que el gobierno aplique un impuesto sobre estas producciones.
Estos argumentos muestran que las ideas de Adam Smith relativas a la defensa del librecambio, variaban de acuerdo a las necesidades de su país y se adaptaban a las particulares circunstancias políticas y económicas. Por otra parte, todos los países europeos, en el Siglo XVIII utilizaron el proteccionismo como instrumento económico destinado a defender sus producciones e impedir la penetración de mercaderías del exterior que fueran competitivas con aquellas que se producían localmente.

El proteccionismo norteamericano.
Es un lugar común aceptar que la política económica tradicional de los Estados Unidos ha sido a favor del librecambio. Es ésta una afirmación simplista que no se ajusta a verdad, pues a lo largo de toda la existencia de esa nación, tuvo necesariamente que adoptar diversas soluciones económicas para resolver diferentes problemas.
En el período comprendido entre los años 1789 a 1862, según explica Juan Carlos Nicolau en "Proteccionismo y libre comercio en Buenos Aires", resulta imposible pretender que el librecambio haya sido la política seguida por sus gobernantes. En 1801, Tomas Jefferson, al inaugurar su gobierno, pretendía reducir la intervención del estado en las actividades de los ciudadanos. Sin embargo, durante su administración se aplicaron impuestos para cancelar la deuda originada en la guerra de la independencia, que no fueron suprimidos cuando ésta fue pagada.
En su segunda administración, las recaudaciones del gobierno provenientes principalmente de las tarifas aduaneras fueron incrementadas, para ser aplicadas al mejoramiento en tiempos de paz, a los ríos, canales, caminos, artes, manufacturas, educación y otros objetivos dentro del Estado. Estas ideas eran opuesta a las de Hamilton, que propugnaba el proteccionismo, consideraba que la política económica de éste excedía los poderes delegados al gobierno central por los estados y además, era partidario del desarrollo agrícola del país en lugar de poner énfasis en las manufacturas.
Halmiton, en cambio, consideraba que si los productos extranjeros eran prohibidos, aquellos producidos en el país serían forzados a circular internamente con lo cual se favorecería la economía nacional. A pesar de los ataques que sufrió su política, debido a los intereses opuestos a ella ésta pudo ser impuesta y su carácter autárquico fue aceptado por los norteamericanos. La acción de gobierno destinada principalmente a alentar el crecimiento interno, fue mantenida con gran energía a pesar de su considerable costo.
En su "Informe acerca de las Manufacturas", que se menciona en el citado texto, propuso ayudar a las industrias poco desarrolladas mediante leyes proteccionistas. Su idea general era que el beneficio de la mayoría, requería el adelanto de las manufacturas y el gobierno federal estaba obligado a dirigir la economía hacía ese objetivo.
En la redacción del informe, se apoyó en las ideas económicas de Adam Smith, pero dejó de lado el argumento según el cual el Estado no debía intervenir en los procesos de la economía, cosa que hoy sucede y es festejado por todos, ya que "la salud financiera mundial" ha sido salvada por este intervencionismo estatal.


Países en desarrollo y libre comercio.
Han pasado dos siglos desde los escritos de Belgrano, y los llamados países en desarrollo, por oposición a las denominadas naciones con economías avanzadas se enfrentan al mismo problema. Somos proveedores de materias primas hacia las potencias mundiales, a pesar de tener éstas un menor número de habitantes y de recursos naturales y ejercer un monopolio, ya no comercial o industrial, sino financiero (ese sistema que se ha derrumbado en estos días).
A la luz de estos últimos acontecimientos, el "viejo dilema" es más contradictorio. Haciendo uso de su poderío comercial, industrial y financiero, estos países subsidian a sus producciones agrícolas o aquellas producciones que consideran necesarias para mantener la ocupación laboral de sus poblaciones. Promueven tratados en los cuales mantienen su posición hegemónica -económica y financiera-, sin renunciar a sus tarifas proteccionistas, cupos de importación y otras medidas aduaneras y que protejan a sus producciones. Pero ahora, ante un escenario diferente, cabe preguntarse si todo esto cambiara alguna vez.
Consultado sobre este tema, el autor del texto citado en los párrafos anteriores, respondió a la pregunta: "La respuesta parece obvia –dijo-, es tener en cuenta los principios difundidos por Adam Smith, de promover el libre comercio, para hacer que las materias primas sean manufacturadas en los países que disponen de ellas, para dar trabajo y posibilidad de subsistencia a sus habitantes y segundo, proteger las que resulten convenientes y adecuadas al mantenimiento de la soberanía del país. Por consiguiente, las propuestas de los países del Primer Mundo deben ser rechazadas, a menos que admitan cláusulas tales como las propuestas por Adam Smith, de permitir la industrialización de las materias primas en sus lugares de origen y adquirirlas, sin imponer medidas proteccionistas como cuotas de importación, destinadas a mantener sus producciones antieconómicas y aceptar que, aquellas producciones vitales a la soberanía de cada país sean respetadas".
La denominada globalización –manifestó Nicolau-, resulta ser la extensión del capitalismo bajo una nueva forma, una nueva postura financiera, carente de banderas nacionales superando la contradicción que la obligaba a un permanente conflicto político y militar. "La economía multipolar –concluyó-, es la solución a ese conflicto para los capitales financieros. La nueva contradicción ocurre ahora en la oposición de una clase capitalista cada día más enriquecida mientras los trabajadores, aun los de los países más adelantados económicamente, ven reducidos sus salarios y sus posibilidades de subsistencia al aumentar la desocupación."


Estos nuevos escenarios sin las hegemonías conocidas, como vemos, muestran también su peligroso talón de Aquiles y será necesaria mucha "inteligencia" para que todo vuelva a carriles normales. Efectivamente, aunque no lo percibamos en este momento, el mundo ha entrado en una nueva dimensión desconocida.