El pasado 17 de agosto se cumplieron 160 años del fallecimiento del Libertador, y este aniversario fue recordado en nuestro país y en muchos lugares del resto del mundo. Aquí en este texto, buscando un enfoque distinto sobre la figura del General San Martín, nos encontramos con el que surge cuando el personaje es visto por alguno de sus contemporáneos que dejo algo escrito.
(Es justo reconocer en este sentido que la búsqueda de visiones sobre "nuestro héroe" no es nada original: sabemos que muchos ya lo han hecho antes).
De todas formas, insistir con seriedad en su búsqueda, es válido para no olvidar lo valioso e importante de su obra. En especial la de este hombre, cuya actuación militar y genio estratégico, nos permitió gozar de aquello que ahora muchos ignoran simplemente porque lo dan por hecho: libertad e independencia.
De los libros posibles sobre el tema el que más nos gusta es el de José Luis Busaniche sobre la vida del Libertador y lo consideramos como a una obra de permanente actualidad.
Sobre los testimonios, que también hay bastantes, nos gusta este de Juan Bautista Alberdi –un pensador profundo que respetamos desde siempre-, que nos cuenta que estaba en una reunión en París, cuando uno de los presentes se levantó exclamando: ¡El General San Martín!
Alberdi dice: "Me paré lleno de agradable sorpresa a ver la gran celebridad americana que tanto deseaba conocer. Mis ojos, clavados en la puerta por donde debía entrar, esperaban con impaciencia el momento de su aparición. Entró por fin, con su sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre común. Qué diferencia le hallé del tipo que yo me había formado, oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América. Por ejemplo, yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía ‘un indio’, como tantas veces me lo habían pintado, y no es más que un hombre de color moreno de los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y sin embargo de que lo está más que cuando hacía la guerra en América, me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne, pero lo hallé vivo y fácil en sus ademanes y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación. Me llamó la atención su metal de voz, notablemente gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda la llanura de un hombre común".
Prosigue relatando Alberdi: "Yo había oído que su salud padecía mucho, pero quedé sorprendido al verle más joven que cuantos generales había conocido de la guerra de nuestra Independencia. Su bonita y bien proporcionada cabeza no es grande; conserva todos sus cabellos, blancos hoy casi totalmente, no usa ni patilla ni bigote a pesar de que los llevan por moda hasta los más pacíficos ancianos; sus ojos llenos aún del fuego de la juventud. En ese momento el Libertador tiene 63 años".
Con la brevedad de una nota efectiva, a través de lo escrito por Alberdi, se nos presenta una imagen "casi real" de San Martín en un momento de su vida. Un fotograma, por decirlo así, único que se puede unir a muchos otros referidos a distintos momentos de su vida.
Sentimos que estos "recuerdos" se deberían multiplicar y actualizar en la mente de cada uno como uno de los mejores homenajes en este 160º aniversario.
Recordemos entonces... y, si podemos, tratemos de internarnos en las descripciones de quienes tuvieron el privilegio de conocer en persona al Libertador.
Se encontrarán con bellísimas cápsulas de tiempo que nos permiten recuperar a estas personas, que en nuestra historia, han tenido un rol destacado y cuya sombra nos marca hasta el presente. Especialmente en este año que El Bicentenario aún sigue en pleno desarrollo y vigencia.