27 sept 2007

DOS NACIONES: DOS DESTINOS

La Argentina hoy: los objetivos
como necesidad para la acción

(Especial para Agora 21 por Juan Carlos Nicolau)

(En esta serena reflexión, a la que nos tiene acostumbrado este autor, tenemos los elementos claves para entender las fortalezas y debilidades de sistemas que nos deben preocupar por su importancia para el futuro inmediato).

***

Hace ya tiempo, en 1776, se celebraron dos acontecimientos relevantes para la historia de América, uno la creación del virreinato del Río de la Plata y el otro la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Estos dos hitos trascendentales deben servir para la reflexión acerca del distinto curso seguido por dos naciones.

***

Mientras en el Norte los débiles siete estados iniciales de los colonos norteamericanos se agruparon para constituir una nación, con precarios elementos y rodeados de peligros, contando solo con el cultivo del suelo para poder subsistir, al sur del continente americano, España daba forma jurídica a una región que, sobre la base de la explotación de las minas de plata de Potosí había adquirido una fisonomía económica propia, procurando consolidar sus derechos políticos frente a las incursiones de países extranjeros.
Después de dos siglos, nadie se atrevería a discutir a que lado se inclinó el fiel de la balanza en cuanto a la supremacía política y económica entre el norte y el sur del continente. El país del norte es hoy una de las primeras potencias mundiales y su desarrollo económico y técnico alcanzó proporciones desconocidas hasta el presente, a pesar de aspectos culturales y éticos que contradicen ese adelanto. Por el contrario los vecinos del sur del Río Grande y en particular, las Provincias Unidas del Sur naufragaron en sus sueños, a lo largo de la guerra de la independencia y las luchas civiles posteriores en querellas de partidos políticos.
¿Tiene sentido plantear la pregunta del porqué de este resultado? Nada ayuda tanto a lograr soluciones como estudiar la historia, aun cuando ésta nunca se repite, y tratar de extraer enseñanzas de los acontecimientos pasados.
Como escribió con acierto un autor norteamericano, "la política exterior de los Estados Unidos se dirigió, casi desde el comienzo de su historia, hacia cuatro objetivos principales: la expansión de sus fronteras, en particular hacia el sur y el oeste; la ampliación de los derechos de los neutrales; el logro de una mayor libertad comercial, mediante la supresión de las restricciones impuestas por el viejo sistema de comercio; la reducción de los puntos de contacto entre Europa y América". (1).
Estos objetivos se fueron cumpliendo sistemáticamente, con una clase dirigente conciente de ellos. En 1826, es decir, al término de las guerras de la independencia de España por los países sudamericanos, Estados Unidos había extendido su dominio a la Florida española y tomado posesión de la Louisiana francesa. Para esa época, las Provincias del Sur, no habían logrado darse una constitución, Bolivia surgió como estado independiente y la Banda Oriental se encontraba ocupada por los portugueses, mientras Paraguay persistía en su aislamiento. En la década del 40 del siglo XIX, la Confederación Argentina dirigida por J. M. de Rosas, rebasó la frontera natural del Río Salado y arrebatándoselas a los indios, extendió las tierras destinada a la ganadería.
Es en esa década cuando los Estados Unidos extienden su dominio a Tejas, desmembrada de México en 1845 y a la California. Es evidente que la diferencia entre ambos grupos dirigentes radicó en la vocación de poder de los norteamericanos. Los hacendados argentinos se agotaron en la sola preocupación de consolidar su interés particular y no quisieron estructurar un país con deseos de grandeza, a pesar de vivir mirando permanentemente al exterior.
Los argentinos de la llamada "generación del 80" no dudaron acerca de su objetivo, conquistaron el desierto, con la decisión cabal y concreta de asegurar el "progreso" del país sobre la base de un esquema agro-exportador que brindaba los mayores beneficios económicos a la "clase patricia", y estructuraron un régimen "falaz y descreído" según la definición del mayor representante opositor, H. Irigoyen, que lograría dar visos democráticos a la Republica.
Por su parte, al término de la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos habían consolidado su economía, transformada por las ideas de Hamilton quién, además, de propugnar la unión de los estados norteamericanos, luchó por la aprobación de medidas que protegieran las manufacturas nacionales, defendiendo así sus intereses de los países extranjeros y rechazar la política tradicional del librecambio. En cambio, Jefferson, el tercer presidente norteamericano, era partidario del desarrollo agrícola del país en lugar de poner énfasis en las manufacturas. (2)
La crisis financiera mundial de los años 30 provocaría en la Argentina la quiebra del esquema agro-exportador, bajo cual la argentina aparecía como "la tierra prometida" para refugio de los inmigrantes europeos, produciendo una aguda crisis económica, pese un insipiente desarrollo de los primeras industrias locales y la necesidad de establecer Juntas reguladoras para la defensa de producciones como la vitivinícola y la azucarera, entre otras.
El agotamiento del esquema agro-exportador fue motivo de un detenido análisis por Alejandro E. Bunge (3), señalaba la decadencia del desarrollo económico a partir de la Primera guerra mundial dando como causas:
a) caída del área sembrada, b) el menor valor de las exportaciones agrícolas-ganaderas. c) la disminución de la población rural, d) el decrecimiento de la capacidad de trabajo, debido a una población menos productiva y e) un excesivo consumo de productos manufacturados importados del exterior.
El autor proponía una serie de medidas conducentes a solucionar éste problema que se resumían en los siguientes puntos:
a) incrementar las producciones manufactureras nacionales, b) aumentar las exportaciones de productos manufacturados y no solamente materias primas, c) disminuir los empleos gubernamentales, d) formular planes de construcción de viviendas para obreros y por último, impulsar una Unión Aduanera del Sud, que comprendiera a la Argentina, Chile, Bolivia, Uruguay y Paraguay.
Es evidente que el análisis realizado por Bunge era sumamente ajustado a la realidad de la situación económica de aquel momento, cuando ya se había declarado la segunda guerra mundial. Han pasado seis décadas y la Argentina continúa sin resolver los aspectos fundamentales de su política económica, y su futuro como nación arrastrando los mismos problemas que había planteado Bunge.
En el curso de este período de la vida argentina, un somero balance indica: a) un descenso continuado de su P.B.I. b) un balance favorable a la exportación de materias primas respecto de productos manufacturados, c) concentración de la población en el litoral con centro en la capital del país, d) escasa incidencia de la industria en la formación del P.B.I. e) destrucción de la red ferroviaria, incomunicando las distintas regiones del país, cuando éste es el mejor medio de transporte dadas las condiciones geográficas del mismo, f) dependencia de los recursos energéticos del exterior (petróleo y gas) debido a la privatización de las empresas nacionales, g) pérdida de mano de obra calificada debido al cierre de numerosas industrias.
El análisis previo muestra el deterioro sufrido por la Argentina en el último medio siglo, consecuencia de una sociedad falta de cohesión, proclive a aceptar políticas demagógicas de corto plazo, sujetas a intereses sectoriales ajenos al interés nacional, y conservadoras, que asumen que es posible volver a sostener intereses de otras épocas, superadas a nivel mundial (hoy Europa y los EE.UU. adoptan medidas proteccionistas para sus producciones agrícolas-ganaderas) y mercados altamente competitivos debido a la llamada globalización, por lo tanto los adelantos tecnológicos muestran que es imposible regresar a un pasado totalmente perimido.
Es notable observar como las soluciones propuestas por Bunge siguen hoy vigentes y como luego de las vicisitudes por los cuales atravesó la Argentina a partir del fin de la segunda guerra mundial su población y su clase dirigente se han negado a enfrentar su realidad y adoptar las medidas necesarias para salir de su decadencia, mientras otros países latinoamericanos que, en los años 40 del siglo XX se encontraban detrás de la Argentina, social, cultural y económicamente, hoy la han superado en muchos aspectos. Y lo más contradictorio de esta situación es que se trata de un país con todas las condiciones básicas físicas y económicas, para asegurar a su población una vida digna y un futuro promisorio para las generaciones venideras.
Las soluciones propuestas por Bunge, en sus líneas principales, son perfectamente posibles de concretar en la medida que la sociedad argentina en su conjunto se decida a encararlas, por supuesto mediante una nueva generación conciente de la necesidad de un cambio en profundidad que movilice a toda su población como ha ocurrido en otras etapas de su historia. El ejemplo de los Estados Unidos del Norte sigue siendo válido, para ser adoptado, cuando es fácil observar las políticas proteccionistas y hegemónicas de ese país al igual que las que practica la Unión Europea.
Por otra parte, el país arrastra un problema pendiente a partir de la federalización de la ciudad de Buenos Aires, en 1890 y que fuera señalado por Leandro N. Alem, el desmedido crecimiento del Litoral con relación al resto del país y en particular la Capital Federal y su área de influencia. Convendría seguir el ejemplo de los EE:UU. que resolvió éste problema designando a Washington como la capital federal del país, en lugar de fijarla en Nueva York ciudad que reunía el centro económico y financiero.
La concentración de factores políticos, económicos y financieros en esta región no es un secreto para nadie, pero que aguarda la decisión de fijar como objetivo la ruptura de este esquema. La celebración del bicentenario de la Revolución de Mayo sería una buena oportunidad para discutir la forma de solucionar este problema. El país necesita realizar un esfuerzo para intensificar la explotación de sus riquezas potenciales con un criterio regional que involucre, al mismo tiempo, la descentralización del litoral. Las acciones ha realizar deberán ser varias, no excluyentes, incentivos a las inversiones por medio de créditos, extensiones impositivas, reducción de tarifas en los fletes, etc. La idea básica debe ser la explotación integral de los recursos económicos en el lugar donde se encuentran la materia primas o donde resulte más conveniente en función de la disponibilidad de energía, mano de obra, vías de comunicación, tal como el procesamiento de la lana en el sur del país o del algodón en las zonas de cultivo, para dar un par de ejemplos.
Es preciso concretar el país como un cuerpo robusto que sostenga con firmeza una cabeza que en éste momento no guarda relación con el resto de su organismo. Resolver la atrofia que lo aqueja en su presente realidad económica, constituiría una solución básica a los problemas argentinos.
¿Seguiremos esperando soluciones imposibles e interesadas de sectores externos que lógicamente buscan su propio beneficio o los argentinos, dejando de lado las políticas estrechas de sectores enfrentados y las especulaciones ruines, políticas y económicas, decidirán tomar el destino de su país en sus manos para lograr un futuro más venturoso que los conduzca a lograr una gran nación?
Es en este sentido que se deben fijar objetivos para la transformación de la Argentina de hoy, en procura de un mejor futuro para las futuras generaciones.

J.C.Nicolau
Septiembre 2007.

1 - J. Fred Rippy – La rivalidad entre EE.UU. y Gran Bretaña por América Latina (1808-1830).
2 - J.A.Halminton, J. Madison y J. Clay (1948) – The federalist or the new Constitution.
3 - Alejandro E. Bunge (1940) - Una Nueva Argentina.
OPINIONES SOBRE ESTE TEXTO A: juno1ster@gmail.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.