10 feb 2008

LOS TATUADOS-POR JUAN BAZAN


Los ilustres desconocidos de siempre
Vemos casi a diario hombres y mujeres, portadores ambos, de increíbles dibujos estampados en la piel. Dicen que es una nueva moda, a la que se le reconoce historicamente, miles de años de antiguedad. A ellos, los modernos tatuados, se los ve como seguramente se nos ve a todos nosotros: personas indiferentes, de apariencia común y corriente y sin muy pocos atributos que nos diferencien de los demás. En ellos la cosas es distinta ya que esas marcas indelebles, que indican la presencia del otro, nos envían señales claras de que estamos ante alguien que al menos se cree diferente. Quiero suponer que se trata de "Aquel que esta debajo de la piel"; y que, en el caso de estas personas, quiere manifestarse aún cuando no sepamos ni tengamos las herramientas para entenderlos.
.Los símbolos –como sabemos y quiero recordarlo- son señales simples que salen de lo profundo de la mente y entran en ella como mensajes muy fáciles de identificar. Algunos de ellos –suponemos- hablan un lenguaje oscuro cuya respuesta puede ser impensada.

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Hace ya muchos años apareció en las librerías aquel texto de Ray Bradbury El hombre ilustrado. Era alguien que mostraba el cuerpo absolutamente tatuado y en cada uno de esos símbolos –mucho más evidente en el filme que se realizó en algún momento-, estaba escrita una historia. Su vida, su experiencia, todo aquello que implicaba el largo camino de su vida y el conocimiento adquirido. En definitiva, para bien o para mal, toda la historia "del otro" que habitaba aquel cuerpo. Aquel artificio literario que sirvió al autor norteamericano para mostrar aquello que todos sabemos, aun cuando creamos ignorarlo: nos habita otro que no es público y a que a veces ni siquiera es íntimo para nosotros mismos.
Al finalizar su libro El hacedor, Borges nos dice en el "Epilogo": Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio… (¿La propia piel?) …con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.

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Todos somos parte de la indiferencia. Nada ni nadie tiene significación propia en la vida cotidiana. Resulta difícil determinar, en la calle, quién es quién y muy pocos conocen al vecino. Puede ser un sabio, el más interesantes de los humanos… o alguien que no quisiéramos conocer. Sabemos que nunca aprenderemos a conocer al otro… Puede que hasta sea de nuestra familia y –lo sabemos aun cuando no lo digamos seguido- que "el otro" es siempre un desconocido. Quizás por eso trabajamos en ignorarlo, en relacionarnos desde el temor, la intencionalidad y generalmente la indiferencia. Por eso el mundo es un páramo afectivo y solidario: "El otro" nos produce temor y lo que advertimos de él nunca es totalmente comprensible.
Pero ahora aparecen los tatuados. Son seres, a mí entender, que buscan manifestar algo del otro en los símbolos que exhiben sobre su piel. La mayor parte de ellos portan –supongo que se habrán fijado-, son símbolos violentos. No hablan de paz. Son tigres, dragones, bestias, escudos, frases en idiomas desconocidos que indican: "Ojo el otro que me habita no juega a la vana amenaza". Los adornos femeninos, como siempre, juegan con el mensaje equivoco: mariposas, flores, corazones… Toda la simbología de lo dicho de una forma pero actuado de otra. Dibujos y símbolos como especies de eufemismos que recuerdan lo que ellas dirían: "Vos tenés que madurar si crees que yo pretendo ser una suave mariposa… ¿qué pensanste?... te conviene madurar muchacho así evitas que la vida te atropelle." Porque sería bueno recordar que la vida es como un perro bueno, que a veces muerde. O que la miel es dulce, pero que las abejas pican dolorosamente.
¿Quiere decir esto que ahora también nos comunicamos, como muchas criaturas de la Naturaleza, con mensajes coloridos e intenciones subliminales? Recordarán que los colores de ciertas mariposas o de ciertas ranas solo significan: "Ojo no me toques soy puro veneno".
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Hace poco –les cuento- apareció la repetida historia de alguien que tenía todas las características de la buena persona. Alguién que se comportó como una persona amigable, limpia por todos lados y amable con todos y con cada uno. Rápidamente se hizo "el mejor amigo de todos". Este "buen tipo" es alguien –parecido a otros- con cierta dosis de poder (sobre todo del económico) lo que le permitió "ser el mejor anfitrión" en variadas acciones destinadas a atraer la confianza de todos.
Y como suele pasar, todos compraron el paquete. Era a pesar de su posición un estafador en varios aspectos ya que tenía el placer perverso de destruir al otro como si todo fuera un juego. Esta persona, jugando con la mala intención de los demás, se fue aprovechando de ellos de distintas maneras. Supe que varios conocidos cayeron –en especial uno de los amigos que luce unos extraños tatuajes en sus antebrazos-, en sus "garras psicologicas"; y, aun cuando los otros fueran conscientes de sus intenciones, fueron derrotados sólo porque debían perder.
Hablé con él, preocupado por los demás y temiendo lo peor por parte del tatuado y obtuve como respuesta la manifestación de su enorme satisfacción, especialmente por la forma que sus víctimas caían en sus engaños y cómo "su otro" permanecía oculto a los demás. "La gente compra lo se ve –me dijo-, por eso se merece que la engañen. En la jungla –prosiguió- todos deben estar atentos a las señales. Si interpretas una equivocadamente, sos alimento de otro. Por suerte aquí las cosas no son tan graves. Todo es un juego." Bueno, por ahora, el sigue pensando que se trata de un juego.
Aqgrego el siguiente detalle: El tipo en cuestión había trabajado profundamente su apariencia. (Supe que se miraba, como un actor, mucho en su espejo). La perfección de su disfraz estaba en que nada indicaba en él lo que verdaderamente era. Era, al contrario de "los tatuados" que exhiben su marca o su pretensión de ser de tal o cual manera.
Sigue, en estos momentos, perpetrando su juego perverso de burlas y engaños, y elige como víctimas a los que sólo se quedan con la apariencia de las personas y de las cosas.

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¿Son los tatuados los exponentes de un nuevo tipo de sinceridad pública y social? ¿Son simplemente y al fin y al cabo lo que yo pienso que son? Supongo que cada uno lo ira descubriendo por sí mismo. Un tatuaje visible, supongo, implica manifestar abiertamente "al otro" que nos habita. Pero me pregunto: ¿Será real tanta sinceridad? ¿Son los tatuados una moda o una nueva forma de exponer una violencia latente? ¿De qué tribu son estos seres?

Recordatorio: Cualquier correo con inquietudes sobre este u otro tema a juno1ster@gmail.com

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