Proteccionismo y libre comercio en el siglo XXI.
(Especial para Agora21 por Juan Carlos Nicolau)
La discusión acerca del proteccionismo comercial e industrial es un problema económico que, lejos de haber sido superado por el tiempo, sigue vigente constituyendo un tema de debate de la actualidad. Por este motivo es interesante ocuparse de sus antecedentes históricos.
1. Adam Smith y el proteccionismo británico.
2. El carácter del proteccionismo norteamericano.
3. Tarifas proteccionistas o sistema de libre comercio
4. Los países en desarrollo y el libre comercio.
La contradicción entre proteccionismo y libre cambio tiene su origen en el desarrollo del capitalismo con la producción de mercaderías destinadas a ser vendidas en el mercado, mientras que durante la época feudal sucedía que, en general, los productos eran fabricados para satisfacer un pedido expreso del consumidor.
Durante el período de preponderancia del sistema mercantil, la riqueza económica se medía tomando en cuenta la acumulación efectuada en oro y plata. La protección contra la competencia de las manufacturas era realizada por los gremios feudales, quienes guardaban celosamente sus procesos de fabricación mediante severas reglas de ingreso a las fraternidades de maestros y aprendices.
El advenimiento de la mercancía, la cual carece de un comprador específico antes de ser ejecutada, produjo una expansión de la producción industrial en cantidad y calidad, desconocidas anteriormente en la historia del hombre, como consecuencia de las mejoras tecnológicas y la expansión de los mercados a nivel mundial debido a los adelantos técnicos en los medios de transporte marítimo, tal el caso de la aplicación de la máquina a vapor a las embarcaciones.
Los países con capacidad técnica para producir artículos manufacturados se aplicaron, entonces, a proteger sus industrias mediante la aplicación de restricciones a la importación de productos extranjeros, a fin de asegurar para sí, su mercado interno.
Al mismo tiempo, con el objeto de colocar sus excedentes, una vez satisfechas sus necesidades internas, predicaban el libre comercio para vender sus productos a países extranjeros, en muchos casos mediante la aplicación de precios de venta inferiores al costo de fabricación del producto.
1. Adam Smith y el proteccionismo británico.
Adam Smith (1723-1790), el más destacado propulsor del liberalismo comercial y defensor del libre cambio entre las naciones, en beneficio de las industrias de su país, sin embargo, admite recurrir al proteccionismo cuando se presentan tres situaciones específicas en las condiciones políticas y económicas de la sociedad.
En su famoso tratado La riqueza de las naciones (1) sostiene claramente que deben adoptarse medidas proteccionistas en los casos siguientes:
1. cuando una industria en particular es necesaria para la soberanía del país.
2. si se requiere la protección de aquellas manufacturas útiles para proporcionar ocupación a una importante cantidad de habitantes.
3. si resulta ventajoso imponer gravámenes sobre los extranjeros para alentar la industria doméstica, conviene entonces que el gobierno aplique un impuesto sobre estas producciones.
Al hacerse eco de las opiniones de otros sectores de la economía británica defensoras del libre comercio, A. Smith dice que esta limitación a la importación, debe ser impuesta sobre todas las mercaderías extranjeras que entran en competencia con cualquier objeto que es producido por la industria doméstica. Sobre todo, agrega, si se trata de mercancías de primera necesidad.
Estos argumentos muestran que las ideas de A. Smith relativas a la defensa del librecambio variaban de acuerdo a las necesidades de su país y se adaptaban a las particulares circunstancias políticas y económicas.
Por otra parte, todos los países europeos en el siglo XVIII, utilizaron el proteccionismo como instrumento económico destinado a defender sus producciones e impedir la penetración de mercaderías del exterior que fueran competitivas con aquellas que se producían localmente.
2. El carácter del proteccionismo norteamericano. (2)
Es un lugar común aceptar que la política económica tradicional de los Estados Unidos ha sido a favor del librecambio. Es esta una afirmación simplista que no se ajusta a verdad, pues a lo largo de toda la existencia de esa nación, tuvo necesariamente que adoptar diversas soluciones económicas para resolver diferentes problemas.
En particular, en el período comprendido entre los años 1789 a 1862, resulta imposible pretender que el librecambio haya sido la política seguida por sus gobernantes. En 1801, Tomas Jefferson, al inaugurar su gobierno pretendía reducir la intervención del estado en las actividades de los ciudadanos, sin embargo, durante su administración se aplicaron impuestos para cancelar la deuda originada en la guerra de la independencia, que no fueron suprimidos cuando esta fue pagada. En su segunda administración, las recaudaciones del gobierno provenientes principalmente de las tarifas aduaneras fueron incrementadas, para ser aplicadas al mejoramiento en tiempos de paz, a los ríos, canales, caminos, artes, manufacturas, educación y otros objetivos dentro del Estado. (3)
Opuesto a las ideas de Hamilton, que propugnaba el proteccionismo, consideraba que la política económica de éste excedía los poderes delegados al gobierno central por los estados y además, era partidario del desarrollo agrícola del país en lugar de poner énfasis en las manufacturas.
Halmiton, en cambio, consideraba que si los productos extranjeros eran prohibidos, aquellos producidos en el país serían forzados a circular internamente con lo cual se favorecería la economía nacional. A pesar de los ataques que sufrió su política, debido a los intereses opuestos a la misma, ésta pudo ser impuesta y su carácter autárquico fue aceptado por los norteamericanos. La acción de gobierno destinada, principalmente, a alentar el crecimiento interno fue mantenida con gran energía a pesar de su considerable costo.
En su "Informe acerca de las Manufacturas", el más largo, más complejo y más perspicaz de todos sus escritos propuso ayudar a las industrias poco desarrolladas mediante leyes proteccionistas. Su idea general era que, el beneficio de la mayoría requería el adelanto de las manufacturas y el gobierno federal estaba obligado a dirigir la economía hacía ese objetivo. En la redacción del informe se apoyó en las ideas económicas de Adam Smith, pero dejó de lado el argumento del laisse-faire, según el cual el Estado no debía intervenir en los procesos de la economía.
Aquellos que se oponían a favorecer el adelanto de la industria argumentaban que la agricultura era el recurso natural más conveniente para el país teniendo en cuenta su fértil territorio. El empleo de capital y trabajo en el cultivo de la tierra otorgaría una riqueza sólida al país.
Los opositores a la protección de las manufacturas mediante restricciones y tarifas aduaneras argumentaban que se establecería un monopolio que al favorecer algunas personas resultaría en el sacrificio de las restantes clases norteamericanas. Era preferible comprar las manufacturas del exterior, las cuales serían obtenidas a mejores precios y con mejores condiciones de venta.
Halmiton reconocía que estos argumentos eran razonables, no pudiendo dejar de ser tenidos en cuenta, pero por otra parte era preciso analizar los motivos que hacían recomendable favorecer el desarrollo de las manufacturas. En este sentido se apoya en Adam Smith, pero tiene en cuenta que este señala que el proteccionismo debía aplicarse cuando estuviera en juego la soberanía de la nación y en aquellos otros casos, en que debiera preservarse la posibilidad de dar trabajo a los habitantes.
El cultivo de la tierra, continúa, es una necesidad primaria indiscutible para la subsistencia nacional, pero no podía aceptarse que ésta fuera exclusivamente la única ocupación de los habitantes. Algunos habían sostenido que la agricultura era la actividad más productiva, sin embargo, este razonamiento no estaba suficientemente probado por los hechos y los cálculos económicos.
En el año 1845, en su carácter de Secretario del Tesoro, Roberto J. Walter emitió un informe respecto a las tarifas proteccionistas, destinado a ser presente al Congreso norteamericano. Éste resulta de interés porque expone la posición de un funcionario opuesto a las medidas restrictivas al comercio, por lo cual propone diversas modificaciones en el sistema vigente.
Walter expresa con toda rudeza que "La tarifa presente es injusta e inequitativa, tanto en sus detalles como en los principios sobre los cuales se ha basado. En algunos artículos los impuestos son prohibitivos y en otros la prohibición es parcial." (4)
En otro lugar de su informe se refiere a aspectos de la aplicación de las tarifas proteccionistas sobre diversas manufacturas para protestar por la injusticia que implican para diversos sectores de la sociedad norteamericana. En este sentido, en su afán de atacar el proteccionismo industrial, señala el aspecto cuantitativo de este gravamen, dice: "Al menos los dos tercios de los impuestos aplicados por la tarifa actual se pagan, no al Tesoro, sino a las clases protegidas. Las recaudaciones por impuestos del año pasado excedieron 27 millones. Esto, en sí mismo, es un impuesto elevado; pero el importe total aplicado a la gente por la tarifa no es menos de 81 millones, es decir, veintisiete pagado al gobierno sobre las importaciones y cincuenta y cuatro a las clases protegidas por el aumento de los precios de los artículos domésticos."
Los impuestos, por consiguiente, tenían el solo carácter de recaudar recursos para el gobierno. En su opinión si las tarifas aduaneras eran reducidas, Inglaterra suprimiría las Corn Laws, que protegían su agricultura. Esta declaración permite comprobar que en 1845, la gran Bretaña mantenía tarifas proteccionistas para la agricultura, no obstante sus ampulosas declaraciones acerca de los beneficios del librecambio, que en realidad sólo tenían por objeto facilitar la exportación de sus productos manufacturados.
3. Tarifas proteccionistas o sistema de libre comercio.
En el Río de la Plata durante la época colonial los comerciantes españoles ligados al monopolio mercantilista se negaban a autorizar la libertad de comercio, que por supuesto no resultaba conveniente para sus intereses particulares, mientras los hacendados, dueños de estancias donde criaban su ganado propugnaban la libre exportación de los productos pecuarios, fueron estos, principalmente, cueros secos y salados, astas, sebo y lana.
Manuel Belgrano en su carácter de secretario del Real Consulado destinado a regular el comercio y la actividad económica, en sus famosas memorias proponiendo medidas destinadas a fomentar el desarrollo de las actividades agrícolas, siguiendo las ideas fisiocráticas, como también, las pecuarias y el comercio en uno de estos documentos, escrito en 1802, proponía el establecimiento de Fábricas de Curtiembres, pues, en su opinión, "Todas las Naciones cultas se esmeran en que sus materias primeras no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño es conseguir, no solo el darles nueva forma, sino aun atraer las del Extranjero para ejecutar lo mismo y después vendérselas…" y agregaba, "pues nadie ignora que la nueva coordinación, que se le da a la materia primera, le da un valor en mucho excedente al que tiene sin aquella el cual queda en poder de la Nación que la manufactura, y mantiene, a infinitas clases del estado…." (5)
En un artículo publicado en el Correo de Comercio (1810), atribuido a Belgrano se señalaba la conveniencia de industrializar las materias primas del país y en este sentido decía: "El modo más ventajoso de exportar las producciones superfluas de la tierra, es ponerlas antes en obra, o manufacturarlas" y en otro de los aspectos conducentes al mismo fin se señalaba que "La importación de mercaderías que impiden el consumo de las del país, o que perjudican al progreso de sus manufacturas y de su cultivo, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación". (6)
Es evidente que las ideas de Adam Smith eran bien conocidas por el vocal de la Primera Junta de Mayo y veía la necesidad de aplicar sus ideas para lograr la independencia económica del monopolio español y contribuir al beneficio y bienestar de los pueblos americanos.
4. Los países en desarrollo y el libre comercio.
Han pasado dos siglos desde los escritos de Belgrano y los llamados países en desarrollo, por oposición a los denominados países con economías avanzadas, gracias los adelantos de la ciencia y la tecnología, se enfrentan al mismo problema. Son proveedores de materias primas a las potencias mundiales, a pesar de tener éstas un menor número de habitantes y de recursos naturales y ejercer un monopolio, ya no comercial o industrial, sino financiero. En ciertos casos, aun el dilema es más contradictorio, haciendo uso de su poderío comercial, industrial y financiero, subsidian a sus producciones agrícolas o aquellas producciones que consideran necesarias para mantener la ocupación laboral de sus poblaciones.
Los países del "primer mundo" han creado organismos multinacionales destinados a mantener su hegemonía creando organismos multinacionales y promueven la celebración de tratados, supuestamente destinados a facilitar el comercio y mejorar las condiciones económicas de los países dependientes de sus hegemonías financieras. Promueven así los tratados denominados ALCA (Alianza para el libre comercio americano) o TLC (Tratado de libre comercio) en los cuales mantienen su posición hegemónica económica y financiera sin renunciar a sus tarifas proteccionistas, cupos de importación y otras medidas aduaneras y financieras que protejan a sus producciones.
¿Cuál debe ser la respuesta para cambiar esta situación, que agobia a millones de habitantes de este planeta? La respuesta parece obvia, es tener en cuenta los principios difundidos por Adam Smith, promover el libre comercio, para hacer que las materias primas sean manufacturadas en los países que disponen de ellas, para dar trabajo y posibilidad de subsistencia a sus habitantes y segundo, proteger las que resulten convenientes y adecuadas al mantenimiento de la soberanía del país. Por consiguiente las propuestas de los países del "primer mundo" deben ser rechazadas, a menos que admitan cláusulas tales como las propuestas por Adam Smith, permitir la industrialización de las materias primas en sus lugares de origen y adquirir las mismas, sin imponer medidas proteccionistas por ejemplo de cuotas de importación, destinadas a mantener sus producciones anti-económicas y aceptar que, aquellas producciones vitales a la soberanía de cada país sean respetadas.
La Gran Bretaña durante el siglo XIX distribuyó las mercancías de su revolución industrial dominando el comercio mundial. Éste dominio provocó la reacción de los países continentales europeos, con industrias menos competitivas, que procuraron establecer políticas económicas proteccionistas para detener la expansión británica.
Esta competencia condujo a la primera guerra mundial tal como había sido previsto por Federico Engels, pocos años antes de su fallecimiento. Terminado el conflicto bélico la Gran Bretaña se encontró debilitada económicamente, mientras los Estados Unidos, que habían intervenido en la fase final del conflicto comenzaron a sustituir a los capitales ingleses y otros europeos en diversas regiones del mundo. Al termino de la guerra, además de la competencia capitalista de los países industrializados, el nacimiento de la Unión Soviética introdujo un nuevo factor de conflicto que buscó la alianza de los capitales nacionales, principalmente británicos, franceses y norteamericanos que veían en ésta una amenaza a sus intereses.
Finalizada la segunda guerra mundial el capitalismo industrial para resolver sus contradicciones nacionales evolucionó hacia la integración de capitales y su transformación en un capitalismo financiero, proceso que había comenzado después de la primera guerra. De esta manera el capitalismo superaba la competencia entre los países más industrializados adoptando otra estructura que le permitía concentrar su poderío frente al creciente desarrollo de sus contradicciones internas, que daban prioridad al aumento de la rentabilidad, impidiendo el traslado de los adelantos técnicos y científicos a la mayoría de la población.
La denominada globalización resulta ser la extensión del capitalismo bajo una nueva forma, financiero, carente de banderas nacionales superando la contradicción que la obligaba a un permanente conflicto político y militar. La Unión Europea es la solución a ese conflicto para los capitales financieros que dominan el mercado europeo. La nueva contradicción ocurre ahora en la oposición de una clase capitalista cada día más enriquecida mientras los trabajadores, aun los de los países más adelantados económicamente, ven reducidos sus salarios y sus posibilidades de subsistencia al aumentar la desocupación. (Bs.As. Junio 2006.)
Notas:
1 - Adam Smith (1976) – "An enquire into the Nature and causes of Wealth of Nation" Chicago,
2 - Juan Carlos Nicolau – Proteccionismo y libre comercio en Buenos Aires. (1995) Centro de Estudios Históricos. Córdoba.
3 - William Letwin (Editor) (1972) – A documentary history of American Economic Policy since 1789 – New York.
4 - Robert J. Walter (1845) – Report of the Treasury – en "Adocumentary history of American Economic Policy" New York.
5 - Luis Roque Gondra – Las ideas económicas de Manuel Belgrano" – (1923) pag.219.
6 - Ibidem pág. Pág. 304.
Sobre el autor: Juan Carlos Nicolau nació en Buenos Aires. Se graduó de ingeniero en la Universidad Nacional de la Plata en 1951. Realizó investigaciones en el Archivo Nacional de Río de Janeiro (Brasil), en Washington, en el National Archives (EE.UU.), y en el British Museum y National Archives (Londres). Es miembro de la Sociedad Científica Argentina, del Centro Argentino de Ingenieros, de Comité Argentino de Ciencias Históricas y de la Asociación de Historia Económica Argentina. Ha publicado numerosos libros (que iremos reseñando en esta misma página) y en especial Ciencia y Técnica en Buenos Aires (1800-1860) que fuera editado por EUDEBA.
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