8 jul 2012

DIA DE LA INDEPENDENCIA - 9 DE JULIO DE 1816 - BY AGORA 21




Después del 9 de julio de 1816
y el principio del fin de una era





Hace 196 años ardió en Tucumán la utopía aún vigente de independencia política y económica para lo que después sería la Argentina y este presente. El 9 de julio de 1816 significa todavía, para la historiografía cronológica, el principio o el fin de un período colonial hegemónico que había durado algo así como cuatro siglos. Los descendientes de aquellos conquistadores y luego colonizadores ya no se reconocían en la soberbia europea y querían intentarlo por ellos mismos.


© Juan Bazán


Un reconocido historiador (el Dr. Félix Luna), solía señalar que si los que trabajaron por la Declaración de la Independencia hubieran elegido adrede aquel momento para que todo saliera mal no hubieran estado más que acertados. Durante aquellos primeros meses de 1816 todo andaba mal para la “Revolución Americana”. En lo que después sería la Argentina las circunstancias eran las más negativas. Desde 1810 no se habían visto peores condiciones. El emperrado Fernando VII (como buen Borbón) estaba nuevamente en su trono. El virreinato del Río de la Plata se encontraba casi fragmentado. Había sucedido la derrota de Sipe-Sipe…, debido a ello los corazones de muchos patriotas aflojaban, poco quedaba de aquella llama revolucionaria que se había encendido en ese pequeño Cabildo del Puerto de Buenos Aires. Ahora, en ese año, todo se había traslado a los pueblos castigados del interior. En uno de ellos, una de las antiguas fundaciones, como era el Tucumán ardería nuevamente la utopía de esa soñada independencia política y económica. La que casi siempre suele ponerse en duda, por conveniencia o flojera intelectual, ya que es lo único que da vida a la dignidad de una Nación y a sus habitantes.

Hay un libro que se recomienda: “La Aurora de la Independencia, 1810-1815” de Carlos A. Segreti, que rescata con abundancia de antecedentes y datos algo fundamental: ayudan a ubicarse en el época y dan una idea de lo que era, en esos años previos a 1816, lo que hoy es el territorio de la República Argentina. Nada era lo que parecía. Nada de aquello es como la imagen que tenemos, casi infantil, de la “casita” de Tucumán y de los hombres que llevaron adelante el magno proyecto de establecer una nueva era. Sólo conociendo estas situaciones y el contexto más o menos real de esos días –previos y posteriores- los argentinos de hoy podrán saborear el significado de uno de los hechos más verdaderos y trascendentes de la historia de nuestro país.

De alguna manera el 9 de Julio de 1816 y nuestra Declaración de Independencia, aquellos primeros hechos que tuvieron como escenario la hoy Casa de Tucumán, fueron la concreción de largos procesos iniciados el 25 de Mayo de 1810. Son sucedidos históricos que se deben ir conquistando –como lectores-, y convirtiéndolos en ideas propias. Debemos hacerlo como ciudadanos en tránsito a la madurez y constantemente como individuos y como pueblo.

Los hechos históricos que signaron nuestra independencia fueron básicamente los siguientes: Después de resolver la designación de Pueyrredón como Director Supremo, el Congreso se abocó a debatir sobre el mandato que tenían los diputados acerca de la Independencia. Así se llegó al 9 de julio, con la presidencia de Francisco Narciso de Laprida. Él tuvo el privilegio de preguntar a los congresales: ¿Queréis que las provincias de la unión sean una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Todos los diputados contestaron afirmativamente e inmediatamente se labró el "Acta de la Emancipación". Este documento, grabado nebulosamente en la memoria escolar, es poco revisado por los habitantes adultos de este país. Un país y su gente que hoy más que nunca necesitan conectarse con sus orígenes para ver con más claridad lo que preanuncia el futuro.

Aquella casa de Tucumán

Todo esto sucedió en esta casa simbólica y llena significados aún por descubrir y que perteneció desde siempre a la tradicional familia Bazán. En ese solar fue declarada la independencia de Provincias Unidas el 9 de Julio de 1816. Se trata –como algunos recordarán- de una antigua casa colonial, que posteriormente fue reconstruida en base de fotografías y documentos de la época. Tiene una sola planta en la que las habitaciones se reparten alrededor de un gran patio. El salón que está ubicado al fondo del mismo es el que se utilizaba para las reuniones del congreso y conserva su estructura original. Hay también un segundo patio que hace gala de un aljibe típico y finalmente un tercer patio recientemente habilitado que tiene salida a la calle 9 de Julio, en sus paredes están colocados, desde hace unos años, los valiosos relieves de la escultora tucumana Lola Mora. Los salones de la casa están adornados con retratos de próceres argentinos, arcones y muebles de la época colonial y los sillones y la mesa utilizados en la histórica sesión.

Debido al mal estado en que se conservaba, en 1903, se dispuso por medio de un decreto demoler toda la casa a excepción del Salón de la Jura; para resguardar esta construcción se realizó un templete de estilo francés, con rejas y cristales. El curioso templete dejó al salón como una pequeña casita en su interior, a la que se ingresaba tras cruzar un pórtico de rejas y un amplio atrio con palmeras y, a cuyos costados se emplazaron dos altorrelieves de la escultora tucumana Lola Mora.

Finalmente, en el año 1941 fue autorizada su reconstrucción en la forma original (la misma estuvo a cargo del célebre arquitecto Mario J. Buschiazzo) y el 12 de agosto de ese mismo año fue declarada Monumento Histórico Nacional.