10 abr 2008

CONVIVENCIA-POR JUAN CARLOS NICOLAU





Entre los amigos que nos permiten publicar en Ágora 21 sus trabajos de reflexión, se encuentra nuestro apreciado Juan Carlos Nicolau. Él es autor de otros trabajos divulgados en este blog. y también de más de una docena de libros de historia, algunos de ellos muy reconocidos por los especialistas y que bucean en los vericuetos de la memoria de los argentinos; arrojando casi siempre, algo de luz en las tinieblas que rodean los problemáticos arcanos de nuestra historia.

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HISTÓRIA Y
ACTUALIDAD ARGENTINA


La Argentina registra a través de toda su historia escasos conflictos armados con países extranjeros, pero en cambio ha mostrado una intolerancia manifiesta en la búsqueda de soluciones de entendimiento político al enfrentamiento entre fuerzas sociales y económicas y buscar vías comunes de convivencia en beneficio del país.
El fusilamiento del gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego (1787-1828) en el mes de diciembre, por el general Juan Galo de Lavalle (1797-1841) al regresar éste de la guerra con el Brasil, es un ejemplo, el cual tuvo extraordinaria repercusión política en todo el país y sacudió a la población bonaerense, como así también, a la de las llamadas "provincias interiores".
La decisión de Lavalle, ordenando este acto trágico constituyó un tremendo error político cuyas consecuencias perduraron a lo largo de décadas sobre el ordenamiento institucional del país. Lavalle, "una espada sin cabeza", sin duda, fue influenciado por grupos políticos y económicos que lo utilizaron para lograr sus particulares objetivos. Al comunicar al gobierno que el coronel Dorrego había sido fusilado dijo: "la historia dirá si el coronel Dorrego ha debido o no morir… su muerte es el mayor sacrificio que puedo hacer en obsequio del pueblo de Buenos Aires…" (1).
Palabras que indican sus dudas acerca de la acción que había ordenado ejecutar.
Dorrego en el momento en que se hace cargo del gobierno ha acumulado una gran experiencia política. Tiene cuarenta años, ha intervenido en su juventud en la guerra de la independencia y conoce a fondo las provincias del interior, mientras se mantiene en contacto con algunos de sus gobernadores. Ha viajado al exterior con motivo de su exilio, viviendo en los Estados Unidos y ha desarrollado una dura campaña política, en el Congreso Constitucional de 1826, en defensa de los principios federalistas. En una palabra conoce los problemas que va a enfrentar en el gobierno de su provincia.
En su acción política busca el apoyo de los hacendados de Buenos Aires a través de la expansión de las tierras destinadas a la ganadería, que, a su vez, le sirva también como garantía para encontrar una solución a los problemas financieros originados por la guerra con el Imperio del Brasil, que recibe como herencia,.
Se dirige de inmediato, a los caudillos provinciales, apenas asumido el cargo de gobernador, mediante una circular donde solicita su colaboración para lograr la solución de aquél grave problema mientras al mismo tiempo, firma un acuerdo con éstas para obtener la reunión de una Convención Nacional que apruebe el tratado de paz con el gobierno brasileño.
Procura aliviar la situación económica del pueblo de su provincia al decretar la fijación de precios para la venta de carne, medida que le acarreará el encono de los abastecedores de este producto, quiénes detentaban un verdadero monopolio en ese comercio.
Trata de obtener medidas legislativas de la Sala de Representantes para aumentar los impuestos mediante los cuales podría solucionar los graves problemas económicos y financieros que atravesaba la provincia, pero los comerciantes importadores ligados al Banco Nacional le negaran su cooperación y no aprobaran sus proyectos de nuevas cargas impositivas. La misma actitud tendrán los hacendados y los comerciantes nacionales, a pesar del apoyo que les brindo el gobierno, por cuanto veían con recelo su política de acercamiento a los hombres del interior.
El fortalecimiento de una estructura nacional por la cual luchaba Dorrego y su anhelo de organizar institucionalmente el país era una medida que no les convenía a esos sectores sociales, pues debilitaría la hegemonía económica de los intereses ligados al puerto de Buenos Aires. De aquí que cuando tuvo que enfrentar el alzamiento militar de Lavalle, al frente de las tropas que regresaban de la guerra, ni los grandes comerciantes importadores y exportadores, ni los comerciantes locales menores, ni los hacendados ni los abastecedores estuvieron dispuestos a sacrificar una parte de sus intereses particulares para el logro de objetivos que confluyeran a otorgar al país una Constitución Nacional.
Todos los sectores políticos y económicos de la sociedad hablaron de los sacrificios que requería la patria pero cuando ese sacrificio se debía traducir, concretamente, en el pago de un impuesto extraordinario ignoraron el proyecto del gobernador. Por estas razones, Dorrego fracasa en su intento de consolidar la unión de Buenos Aires con el interior y lograr una unión de las provincias sobre bases federales; en consecuencia, perdió el poder político al quedar librado a su propia suerte.
Este hecho histórico, en el cual una situación política se resuelve en forma violenta, constituye una constante a lo largo de toda la historia argentina y es un ejemplo para ilustrar como los problemas económicos y sociales desembocan en actos de fuerza. Estos fueron iniciados en 1812, cuando el Triunvirato fue derrocado por fuerzas militares. Sin duda, han constituido una constante repetida hasta nuestros días para dirimir las confrontaciones entre fracciones políticas enfrentadas, sería tedioso mencionar la larga serie de revoluciones y levantamientos militares que ocurrieron en el transcurso del siglo pasado.
Se han esgrimido múltiples argumentos para explicar la incapacidad argentina para encontrar un camino de crecimiento sostenido acorde con las condiciones naturales que posee el país y ofrece a sus habitantes. Entre ellos se pueden mencionar la presión política de los grupos exportadores agroganaderos; las fuerzas armadas que se asignaron el deber de custodiar la soberanía del país y digitar los gobiernos nacionales; los intereses de los capitales extranjeros invertidos en el país para su propio beneficio; y la ausencia de una dirigencia de industriales argentinos que ligara sus intereses a los del desarrollo de la economía en su conjunto. Por último una tendencia en la sociedad dispuesta a ser poco respetuosa de las instituciones civiles y políticas y las leyes.
Es indudable que resulta imposible querer adjudicar a uno sólo de estos factores los males que han aquejado a la Argentina, en particular, a lo largo del siglo XX. En la última mitad de éste, la decadencia argentina es manifiesta en todos los órdenes, sean estos institucionales, económicos, o culturales siendo evidente que las causas señaladas contribuyen, todas, a conformar una resultante negativa para un desarrollo armónico y sustentable del país.
Poniendo el énfasis en lo económico, sin que éste sea el solo determinante, un breve resumen histórico muestra que rota la unidad colonial del virreinato, basada principalmente en la explotación del mineral de plata y en el mercantilismo comercial, las Provincias Unidas del Río de la Plata se incorporaron al mercado mundial con sus exportaciones de carnes saladas y cueros. A éstas, le sucedió el ciclo de la lana para más tarde basar sus exportaciones en la producción agrícola y carnes enfriadas. Desde las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siguiente la economía estuvo en continuo crecimiento recibiendo una creciente emigración de mano de obra europea. La riqueza se concentró en el litoral del país, con Buenos Aires con su puerto, como centro principal, político y social.
Esta estructura de país, la cual acentuó las discrepancias entre la zona pampeana y las provincias interiores se derrumbó con la crisis mundial de fines de los años 20 de aquel siglo. Las medidas adoptadas de carácter proteccionista y de defensa de las exportaciones "tradicionales" carecieron de eficiencia para retomar un crecimiento favorable a la economía del conjunto del país.
La segunda guerra mundial produjo un proceso de industrialización, más acentuado que en la primera, para sustituir la falta de importación de productos manufacturados extranjeros, que careció de continuidad al no tener en cuenta que, en el tiempo, debería competir con la industria extranjera más adelantada técnicamente. Falto de una visión de largo plazo y de un plan de desarrollo industrial sostenido, el proceso fracasó. La economía argentina volvió a entrar en crisis y en continuo deterioro, además, por deficiencias en el sector energético y en el sistema de transportes, ambos sin inversiones y mejoras técnicas.
En resumen, a los factores señalados, las falencias argentinas se pueden resumir en la ausencia de un mercado interno consolidado, debido a la fragmentación del territorio nacional y la falta de una adecuada red de comunicaciones que vinculara todo el país, eliminando el antiguo embudo exportador concentrado en el litoral pampeano. Este mercado interno debería ser sostenido por un desarrollo industrial que brinde trabajo a los habitantes del país, mientras al mismo tiempo, exporte sus producciones agrícolas-ganaderas con valor agregado, tanto en productos alimenticios, como cueros o textiles de lana y otras producciones.
En tercer lugar, sería preciso adoptar una adecuada política de incremento poblacional y de distribución territorial, eliminando la congestión desmesurada del litoral, para contribuir al aumento del mercado interno como ya se ha señalado, creando una saludable competencia, impidiendo el establecimiento de monopolios en distintos sectores económicos. Estas medidas podrían constituir las bases de una política social destinada a suprimir las actuales discrepancias en el reparto del producto bruto interno.
Es posible que medidas como las señaladas, sin suprimir los intereses de clase, pudieran contribuir a evitar las actitudes violentas utilizadas por los grupos dirigentes argentinos para dirimir sus problemas de intereses e influencias, logrando salir del estancamiento del último medio de siglo XX.
Como se ha señalado al comienzo, la actitud de intolerancia entre los distintos grupos sociales argentinos, como muestra la historia del país, fue fundamental para conducir a situaciones de extrema irracionalidad, en las cuales se ha dejado de lado el interés general, el cual no debería estar en contradicción con el particular, si éste se establece con espíritu de grandeza.
En definitiva, una gran nación debe conciliar el beneficio de la mayoría de sus habitantes, ya que la Argentina posee todos los elementos necesarios para alcanzarlo. Este objetivo es el que demandan los gobernados de aquellos que los gobiernan. Para lograrlo es deseable no olvidar la enseñanza histórica que dejo a la gobernación de Manuel Dorrego en la provincia de Buenos Aires, como tantos otros sucesos de violencia social y política que registra nuestra historia como nación.


J.C.Nicolau.
Marzo 2008.
NOTAS:
1 - (C.A. Floria y C.A. García Belsunce - H. de los argentinos. (1971) p.483).

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