Proteccionismo y libre comercio en el siglo XXI.
(Especial para Agora21 por Juan Carlos Nicolau)
La discusión acerca del proteccionismo comercial e industrial es un problema económico que, lejos de haber sido superado por el tiempo, sigue vigente constituyendo un tema de debate de la actualidad. Por este motivo es interesante ocuparse de sus antecedentes históricos.
1. Adam Smith y el proteccionismo británico.
2. El carácter del proteccionismo norteamericano.
3. Tarifas proteccionistas o sistema de libre comercio
4. Los países en desarrollo y el libre comercio.
La contradicción entre proteccionismo y libre cambio tiene su origen en el desarrollo del capitalismo con la producción de mercaderías destinadas a ser vendidas en el mercado, mientras que durante la época feudal sucedía que, en general, los productos eran fabricados para satisfacer un pedido expreso del consumidor.
Durante el período de preponderancia del sistema mercantil, la riqueza económica se medía tomando en cuenta la acumulación efectuada en oro y plata. La protección contra la competencia de las manufacturas era realizada por los gremios feudales, quienes guardaban celosamente sus procesos de fabricación mediante severas reglas de ingreso a las fraternidades de maestros y aprendices.
El advenimiento de la mercancía, la cual carece de un comprador específico antes de ser ejecutada, produjo una expansión de la producción industrial en cantidad y calidad, desconocidas anteriormente en la historia del hombre, como consecuencia de las mejoras tecnológicas y la expansión de los mercados a nivel mundial debido a los adelantos técnicos en los medios de transporte marítimo, tal el caso de la aplicación de la máquina a vapor a las embarcaciones.
Los países con capacidad técnica para producir artículos manufacturados se aplicaron, entonces, a proteger sus industrias mediante la aplicación de restricciones a la importación de productos extranjeros, a fin de asegurar para sí, su mercado interno.
Al mismo tiempo, con el objeto de colocar sus excedentes, una vez satisfechas sus necesidades internas, predicaban el libre comercio para vender sus productos a países extranjeros, en muchos casos mediante la aplicación de precios de venta inferiores al costo de fabricación del producto.
1. Adam Smith y el proteccionismo británico.
Adam Smith (1723-1790), el más destacado propulsor del liberalismo comercial y defensor del libre cambio entre las naciones, en beneficio de las industrias de su país, sin embargo, admite recurrir al proteccionismo cuando se presentan tres situaciones específicas en las condiciones políticas y económicas de la sociedad.
En su famoso tratado La riqueza de las naciones (1) sostiene claramente que deben adoptarse medidas proteccionistas en los casos siguientes:
1. cuando una industria en particular es necesaria para la soberanía del país.
2. si se requiere la protección de aquellas manufacturas útiles para proporcionar ocupación a una importante cantidad de habitantes.
3. si resulta ventajoso imponer gravámenes sobre los extranjeros para alentar la industria doméstica, conviene entonces que el gobierno aplique un impuesto sobre estas producciones.
Al hacerse eco de las opiniones de otros sectores de la economía británica defensoras del libre comercio, A. Smith dice que esta limitación a la importación, debe ser impuesta sobre todas las mercaderías extranjeras que entran en competencia con cualquier objeto que es producido por la industria doméstica. Sobre todo, agrega, si se trata de mercancías de primera necesidad.
Estos argumentos muestran que las ideas de A. Smith relativas a la defensa del librecambio variaban de acuerdo a las necesidades de su país y se adaptaban a las particulares circunstancias políticas y económicas.
Por otra parte, todos los países europeos en el siglo XVIII, utilizaron el proteccionismo como instrumento económico destinado a defender sus producciones e impedir la penetración de mercaderías del exterior que fueran competitivas con aquellas que se producían localmente.
2. El carácter del proteccionismo norteamericano. (2)
Es un lugar común aceptar que la política económica tradicional de los Estados Unidos ha sido a favor del librecambio. Es esta una afirmación simplista que no se ajusta a verdad, pues a lo largo de toda la existencia de esa nación, tuvo necesariamente que adoptar diversas soluciones económicas para resolver diferentes problemas.
En particular, en el período comprendido entre los años 1789 a 1862, resulta imposible pretender que el librecambio haya sido la política seguida por sus gobernantes. En 1801, Tomas Jefferson, al inaugurar su gobierno pretendía reducir la intervención del estado en las actividades de los ciudadanos, sin embargo, durante su administración se aplicaron impuestos para cancelar la deuda originada en la guerra de la independencia, que no fueron suprimidos cuando esta fue pagada. En su segunda administración, las recaudaciones del gobierno provenientes principalmente de las tarifas aduaneras fueron incrementadas, para ser aplicadas al mejoramiento en tiempos de paz, a los ríos, canales, caminos, artes, manufacturas, educación y otros objetivos dentro del Estado. (3)
Opuesto a las ideas de Hamilton, que propugnaba el proteccionismo, consideraba que la política económica de éste excedía los poderes delegados al gobierno central por los estados y además, era partidario del desarrollo agrícola del país en lugar de poner énfasis en las manufacturas.
Halmiton, en cambio, consideraba que si los productos extranjeros eran prohibidos, aquellos producidos en el país serían forzados a circular internamente con lo cual se favorecería la economía nacional. A pesar de los ataques que sufrió su política, debido a los intereses opuestos a la misma, ésta pudo ser impuesta y su carácter autárquico fue aceptado por los norteamericanos. La acción de gobierno destinada, principalmente, a alentar el crecimiento interno fue mantenida con gran energía a pesar de su considerable costo.
En su "Informe acerca de las Manufacturas", el más largo, más complejo y más perspicaz de todos sus escritos propuso ayudar a las industrias poco desarrolladas mediante leyes proteccionistas. Su idea general era que, el beneficio de la mayoría requería el adelanto de las manufacturas y el gobierno federal estaba obligado a dirigir la economía hacía ese objetivo. En la redacción del informe se apoyó en las ideas económicas de Adam Smith, pero dejó de lado el argumento del laisse-faire, según el cual el Estado no debía intervenir en los procesos de la economía.
Aquellos que se oponían a favorecer el adelanto de la industria argumentaban que la agricultura era el recurso natural más conveniente para el país teniendo en cuenta su fértil territorio. El empleo de capital y trabajo en el cultivo de la tierra otorgaría una riqueza sólida al país.
Los opositores a la protección de las manufacturas mediante restricciones y tarifas aduaneras argumentaban que se establecería un monopolio que al favorecer algunas personas resultaría en el sacrificio de las restantes clases norteamericanas. Era preferible comprar las manufacturas del exterior, las cuales serían obtenidas a mejores precios y con mejores condiciones de venta.
Halmiton reconocía que estos argumentos eran razonables, no pudiendo dejar de ser tenidos en cuenta, pero por otra parte era preciso analizar los motivos que hacían recomendable favorecer el desarrollo de las manufacturas. En este sentido se apoya en Adam Smith, pero tiene en cuenta que este señala que el proteccionismo debía aplicarse cuando estuviera en juego la soberanía de la nación y en aquellos otros casos, en que debiera preservarse la posibilidad de dar trabajo a los habitantes.
El cultivo de la tierra, continúa, es una necesidad primaria indiscutible para la subsistencia nacional, pero no podía aceptarse que ésta fuera exclusivamente la única ocupación de los habitantes. Algunos habían sostenido que la agricultura era la actividad más productiva, sin embargo, este razonamiento no estaba suficientemente probado por los hechos y los cálculos económicos.
En el año 1845, en su carácter de Secretario del Tesoro, Roberto J. Walter emitió un informe respecto a las tarifas proteccionistas, destinado a ser presente al Congreso norteamericano. Éste resulta de interés porque expone la posición de un funcionario opuesto a las medidas restrictivas al comercio, por lo cual propone diversas modificaciones en el sistema vigente.
Walter expresa con toda rudeza que "La tarifa presente es injusta e inequitativa, tanto en sus detalles como en los principios sobre los cuales se ha basado. En algunos artículos los impuestos son prohibitivos y en otros la prohibición es parcial." (4)
En otro lugar de su informe se refiere a aspectos de la aplicación de las tarifas proteccionistas sobre diversas manufacturas para protestar por la injusticia que implican para diversos sectores de la sociedad norteamericana. En este sentido, en su afán de atacar el proteccionismo industrial, señala el aspecto cuantitativo de este gravamen, dice: "Al menos los dos tercios de los impuestos aplicados por la tarifa actual se pagan, no al Tesoro, sino a las clases protegidas. Las recaudaciones por impuestos del año pasado excedieron 27 millones. Esto, en sí mismo, es un impuesto elevado; pero el importe total aplicado a la gente por la tarifa no es menos de 81 millones, es decir, veintisiete pagado al gobierno sobre las importaciones y cincuenta y cuatro a las clases protegidas por el aumento de los precios de los artículos domésticos."
Los impuestos, por consiguiente, tenían el solo carácter de recaudar recursos para el gobierno. En su opinión si las tarifas aduaneras eran reducidas, Inglaterra suprimiría las Corn Laws, que protegían su agricultura. Esta declaración permite comprobar que en 1845, la gran Bretaña mantenía tarifas proteccionistas para la agricultura, no obstante sus ampulosas declaraciones acerca de los beneficios del librecambio, que en realidad sólo tenían por objeto facilitar la exportación de sus productos manufacturados.
3. Tarifas proteccionistas o sistema de libre comercio.
En el Río de la Plata durante la época colonial los comerciantes españoles ligados al monopolio mercantilista se negaban a autorizar la libertad de comercio, que por supuesto no resultaba conveniente para sus intereses particulares, mientras los hacendados, dueños de estancias donde criaban su ganado propugnaban la libre exportación de los productos pecuarios, fueron estos, principalmente, cueros secos y salados, astas, sebo y lana.
Manuel Belgrano en su carácter de secretario del Real Consulado destinado a regular el comercio y la actividad económica, en sus famosas memorias proponiendo medidas destinadas a fomentar el desarrollo de las actividades agrícolas, siguiendo las ideas fisiocráticas, como también, las pecuarias y el comercio en uno de estos documentos, escrito en 1802, proponía el establecimiento de Fábricas de Curtiembres, pues, en su opinión, "Todas las Naciones cultas se esmeran en que sus materias primeras no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño es conseguir, no solo el darles nueva forma, sino aun atraer las del Extranjero para ejecutar lo mismo y después vendérselas…" y agregaba, "pues nadie ignora que la nueva coordinación, que se le da a la materia primera, le da un valor en mucho excedente al que tiene sin aquella el cual queda en poder de la Nación que la manufactura, y mantiene, a infinitas clases del estado…." (5)
En un artículo publicado en el Correo de Comercio (1810), atribuido a Belgrano se señalaba la conveniencia de industrializar las materias primas del país y en este sentido decía: "El modo más ventajoso de exportar las producciones superfluas de la tierra, es ponerlas antes en obra, o manufacturarlas" y en otro de los aspectos conducentes al mismo fin se señalaba que "La importación de mercaderías que impiden el consumo de las del país, o que perjudican al progreso de sus manufacturas y de su cultivo, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación". (6)
Es evidente que las ideas de Adam Smith eran bien conocidas por el vocal de la Primera Junta de Mayo y veía la necesidad de aplicar sus ideas para lograr la independencia económica del monopolio español y contribuir al beneficio y bienestar de los pueblos americanos.
4. Los países en desarrollo y el libre comercio.
Han pasado dos siglos desde los escritos de Belgrano y los llamados países en desarrollo, por oposición a los denominados países con economías avanzadas, gracias los adelantos de la ciencia y la tecnología, se enfrentan al mismo problema. Son proveedores de materias primas a las potencias mundiales, a pesar de tener éstas un menor número de habitantes y de recursos naturales y ejercer un monopolio, ya no comercial o industrial, sino financiero. En ciertos casos, aun el dilema es más contradictorio, haciendo uso de su poderío comercial, industrial y financiero, subsidian a sus producciones agrícolas o aquellas producciones que consideran necesarias para mantener la ocupación laboral de sus poblaciones.
Los países del "primer mundo" han creado organismos multinacionales destinados a mantener su hegemonía creando organismos multinacionales y promueven la celebración de tratados, supuestamente destinados a facilitar el comercio y mejorar las condiciones económicas de los países dependientes de sus hegemonías financieras. Promueven así los tratados denominados ALCA (Alianza para el libre comercio americano) o TLC (Tratado de libre comercio) en los cuales mantienen su posición hegemónica económica y financiera sin renunciar a sus tarifas proteccionistas, cupos de importación y otras medidas aduaneras y financieras que protejan a sus producciones.
¿Cuál debe ser la respuesta para cambiar esta situación, que agobia a millones de habitantes de este planeta? La respuesta parece obvia, es tener en cuenta los principios difundidos por Adam Smith, promover el libre comercio, para hacer que las materias primas sean manufacturadas en los países que disponen de ellas, para dar trabajo y posibilidad de subsistencia a sus habitantes y segundo, proteger las que resulten convenientes y adecuadas al mantenimiento de la soberanía del país. Por consiguiente las propuestas de los países del "primer mundo" deben ser rechazadas, a menos que admitan cláusulas tales como las propuestas por Adam Smith, permitir la industrialización de las materias primas en sus lugares de origen y adquirir las mismas, sin imponer medidas proteccionistas por ejemplo de cuotas de importación, destinadas a mantener sus producciones anti-económicas y aceptar que, aquellas producciones vitales a la soberanía de cada país sean respetadas.
La Gran Bretaña durante el siglo XIX distribuyó las mercancías de su revolución industrial dominando el comercio mundial. Éste dominio provocó la reacción de los países continentales europeos, con industrias menos competitivas, que procuraron establecer políticas económicas proteccionistas para detener la expansión británica.
Esta competencia condujo a la primera guerra mundial tal como había sido previsto por Federico Engels, pocos años antes de su fallecimiento. Terminado el conflicto bélico la Gran Bretaña se encontró debilitada económicamente, mientras los Estados Unidos, que habían intervenido en la fase final del conflicto comenzaron a sustituir a los capitales ingleses y otros europeos en diversas regiones del mundo. Al termino de la guerra, además de la competencia capitalista de los países industrializados, el nacimiento de la Unión Soviética introdujo un nuevo factor de conflicto que buscó la alianza de los capitales nacionales, principalmente británicos, franceses y norteamericanos que veían en ésta una amenaza a sus intereses.
Finalizada la segunda guerra mundial el capitalismo industrial para resolver sus contradicciones nacionales evolucionó hacia la integración de capitales y su transformación en un capitalismo financiero, proceso que había comenzado después de la primera guerra. De esta manera el capitalismo superaba la competencia entre los países más industrializados adoptando otra estructura que le permitía concentrar su poderío frente al creciente desarrollo de sus contradicciones internas, que daban prioridad al aumento de la rentabilidad, impidiendo el traslado de los adelantos técnicos y científicos a la mayoría de la población.
La denominada globalización resulta ser la extensión del capitalismo bajo una nueva forma, financiero, carente de banderas nacionales superando la contradicción que la obligaba a un permanente conflicto político y militar. La Unión Europea es la solución a ese conflicto para los capitales financieros que dominan el mercado europeo. La nueva contradicción ocurre ahora en la oposición de una clase capitalista cada día más enriquecida mientras los trabajadores, aun los de los países más adelantados económicamente, ven reducidos sus salarios y sus posibilidades de subsistencia al aumentar la desocupación. (Bs.As. Junio 2006.)
Notas:
1 - Adam Smith (1976) – "An enquire into the Nature and causes of Wealth of Nation" Chicago,
2 - Juan Carlos Nicolau – Proteccionismo y libre comercio en Buenos Aires. (1995) Centro de Estudios Históricos. Córdoba.
3 - William Letwin (Editor) (1972) – A documentary history of American Economic Policy since 1789 – New York.
4 - Robert J. Walter (1845) – Report of the Treasury – en "Adocumentary history of American Economic Policy" New York.
5 - Luis Roque Gondra – Las ideas económicas de Manuel Belgrano" – (1923) pag.219.
6 - Ibidem pág. Pág. 304.
Sobre el autor: Juan Carlos Nicolau nació en Buenos Aires. Se graduó de ingeniero en la Universidad Nacional de la Plata en 1951. Realizó investigaciones en el Archivo Nacional de Río de Janeiro (Brasil), en Washington, en el National Archives (EE.UU.), y en el British Museum y National Archives (Londres). Es miembro de la Sociedad Científica Argentina, del Centro Argentino de Ingenieros, de Comité Argentino de Ciencias Históricas y de la Asociación de Historia Económica Argentina. Ha publicado numerosos libros (que iremos reseñando en esta misma página) y en especial Ciencia y Técnica en Buenos Aires (1800-1860) que fuera editado por EUDEBA.
"Propongo un Ágora (un espacio inventado por los antiguos griegos),quizas como una mesa de cafe, para comentar temas y noticias. Apuntes personales para aquellos que generosamente visitan este blog".
28 jul 2006
25 jul 2006
NOVEDADES SOBRE ALBERT EINSTEIN
Construcciones mentales que siguen apasionando
con sus códigos y las aventuras de su pensamiento
A nadie –aún- se le ocurrió iniciar la saga del "Código Einstein", pero la imagen de este "sabio moderno", con sus extravagancias popularizadas por la prensa mundial, sigue se presta y está vigente en el conocimiento colectivo y las singularidades de su manera de pensar sigue fascinando a sus seguidores. Aún es un icono y sólo se conoce un reflejo de la verdadera persona. Curiosamente, junto a Freud y a Marx, es uno de los tres hombres a quien los historiadores acusan de ser los constructores ideológicos del mundo actual. Ese mundo que sufre profundas transformaciones, cuyas resonancias últimas, brotaron de sus mentes para abonar el caos con la esperanza de la aventura intelectual de encontrar el utópico cosmos prometido.
Tres novedades nos impulsan a este trabajo: la reciente publicación de Imágenes de Einstein. Relatividad y cultura en el mundo y en Argentina. De Miguel de Asúa y Diego Hurtado de Mendoza por EUDEBA; las nuevas "revelaciones amorosas" del sabio que surgen de unas cartas que aparecieron en estos días; y especialmente la relectura de ese clásico de Albert y Leopold Infeld titulado La física, aventura del pensamiento.
EL LIBRO DE EUDEBA
Imágenes de Einstein. Relatividad y cultura en el mundo y en Argentina.
Miguel de Asúa – Diego Hurtado de Mendoza
De igual manera que la palabra relatividad se fue deslizando, abusivamente, hacia terrenos artísticos, filosóficos e ideológicos hasta perder su sentido original, la figura histórica de Einstein ha quedado anulada por la estampita laica del sabio genial, tan reverenciado como poco entendido.
Así, cuando en el otoño de 1925 el físico alemán visita la Argentina –con el mito en plena gestación y a veinte años de la aparición de sus decisivos artículos– es aclamado más por su condición de personaje de fama internacional que por sus contribuciones revolucionarias a la ciencia de las que se sabía poco y nada. Este malentendido, como otros indistintamente desoladores, obliga a los autores de Imágenes de Einstein a soslayar la crónica minuciosa de su paso por el país y optar por la indagación acerca de cómo fue percibido, lo que se creyó entender, lo que fue imaginado, sentido y expresado a partir del análisis de tres áreas: la prensa, la filosofía y la literatura. Y, si bien el enfoque se centra en nuestro país, no se descuida la visión, desde esos mismos registros, efectuada en Alemania, Inglaterra, Francia y EE.UU. con el objeto de ilustrar los principales momentos del proceso de formación y las primeras manifestaciones del llamado "fenómeno Einstein" y a su vez –más importante aun para los fines de esta obra– trazar una contexto del episodio argentino, capaz tanto de reflejar aspectos universales que hacen a una historia cultural de la recepción de las ideas relativistas, como de aportar elementos cruciales para la comprensión histórica de los procesos de asimilación de la ciencia en países periféricos.
Tal vez uno de los principales méritos de este libro sea el de señalar las tensiones, reacciones y limitaciones que la sola presencia de Einstein desnudó en los medios científicos, periodísticos, filosóficos y literarios de nuestro país y es de esperar que, una vez superado el regusto amargo que producen ciertos episodios relatados, contribuya a reflexionar sobre la errática trayectoria de la ciencia en Argentina.
Miguel de Asúa es doctor en medicina (UBA), MA en historia y filosofía de la ciencia y Ph.D. en historia de la ciencia (University of Notre Dame, EE.UU.). Miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos, publicó numerosos artículos especializados sobre historia y filosofía de la ciencia. Sus últimos libros son Ciencia y literatura. Un relato histórico (Buenos Aires, Eudeba: 2004) y, en colaboración con Roger French, A New World of Animals. Early Modern Europeans and the Creatures of Iberian America (Aldershot, U.K., Ashgate, 2005). Es miembro de la carrera del investigador de Conicet, profesor titular de Historia de la Ciencia y de la Medicina en la Escuela de posgrado de la UNSAM, profesor de Filosofía en la USAL San Miguel y docente en la carrera docente de la FFYB de la UBA
Diego Hurtado de Mendoza es Doctor en Física (UBA). En la actualidad es miembro de la carrera de investigador de Conicet (área de historia), profesor titular regular de Historia de la ciencia en la Escuela de Humanidades de la UNSAM, director del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini (UNSAM) y de la revista de historia de la ciencia Saber y Tiempo. También es profesor de historia social de la ciencia en la Maestría de Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología de la UBA. Es autor del libro Los ideales de universidad científica (1931-1959). Elitismo y función social de la ciencia en la Argentina (Buenos Aires: Libros del Rojas, 2002) además de artículos en revistas nacionales e internacionales y capítulos de libro. Su especialidad es la historia social de la ciencia en América Latina durante el siglo XX. Actualmente trabaja en la historia de la energía nuclear en la Argentina.
LAS CARTAS DE AMOR
Una oscura amante de Einstein emergió de las cartas del científico dadas a conocer ayer por la Universidad Hebrea, echando nueva luz sobre la vida del genio. Ethel Michanowski, una socialista de Berlín, estuvo involucrada con Einstein a fines de los años veinte y comienzo de los treinta, y llegó tan lejos como para perseguirlo hasta Inglaterra, dijo Barbara Wolff, curadora de los archivos de Einstein de la Universidad.
Michanowski era una amiga de las hijastras de Einstein, y tenía alrededor de 30 años -15 menos que el científico- en el momento del affaire, dijo Wolff. Las más de 3500 páginas de correspondencia fueron escritas entre 1912 y 1955, año de su muerte. Entre las revelaciones figura también que Einstein perdió mucho del dinero del Nobel durante la Gran Depresión, que era un padre más devoto de lo que se pensaba y que no se hacía mucho problema por hablar de sus relaciones románticas con su segunda mujer. Se sabe que Einstein tuvo diez amantes, además de las dos mujeres con las que estuvo casado después de haber tenido romances con ellas, dijo Wolff. Michanowski y las otras -incluyendo a Margarete, Estella, dos Toni y una Betty- navegaron, leyeron libros, fueron a conciertos y otras actividades con él, dijeron los archivistas en una conferencia de prensa. Lo que más llama la atención de las más de 1300 cartas dadas a conocer ayer es la forma en que Einstein discutía abiertamente sus affaires extramatrimoniales con su segunda esposa y prima, Elsa, y su hijastra y confidente, Margot. Michanowski es mencionada en tres de las cartas dadas a conocer ayer. En una de 1931, a Margot, Einstein se queja: "La señora M. [Michanowski] me siguió a Inglaterra, y su asedio está fuera de control". Las cartas, la mayoría para Elsa y de su primera mujer y sus dos hijos, han estado en los Archivos de Einstein durante años. El testamento de Margot Einstein estipulaba que no podían darse a conocer hasta que hubieran pasado 20 años de la muerte del físico, el 8 de julio de 1986.
AQUEL CLÁSICO SOBRE
LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO
Este libro casi de divulgación, escrito junto a su amigo y colega Leopold Infeld, llamado "La física, aventura del pensamiento" puede resultar apasionante. Fue reeditado en una edición económica a mediados de 2004 y curiosamente practicamente "desapareció" de los kioscos de Buenos Aires en apenas unos pocos días. Nos topamos con otras ediciones, en la última Feria del Libro, que también eran adquiridas por la gente que visitaba la enorme muestra. Nos resultó curioso porque no es común ver a los "compradores comunes" de este tipo de libros. Pero... así sucedió.
En el corto prefacio del mismo Albert y Leopold dicen: "Este libro es una simple charla entre usted y nosotros. Puede usted encontrarla interesante o aburrida, torpe o apasionante; pero nuestro objeto se habrá cumplido si estas páginas le dan una idea de la eterna lucha de la inventiva humana en su afán de alcanzar una comprensión más completa de las leyes que rigen los fenómenos físicos."
A uno le cuesta creer que haya tantos interesados en "comprender", entre las personas de esta caotica ciudad, pero al parecer así es.
¿De qué hablan las ideas de Einstein?
Recordemos que "La teoría de la relatividad especial o restringida" (1905), está referida a sistemas no inerciales (velocidad constante), se basa en dos postulados fundamentales: según el primero, la luz se propaga con velocidad constante con independencia del movimiento de que esté animado el cuerpo que la emite; el segundo postulado establece la imposibilidad de demostrar experimentalmente si un cuerpo se halla en reposo o en movimiento uniforme y rectilíneo con velocidad constante.
La teoría de la relatividad ha tenido considerables consecuencias en la formulación cinemática de numerosos fenómenos en los que intervienen velocidades apreciables. Los fenómenos se describen en un espacio-tiempo cuadridimensional, en el que el tiempo pasa a ser una coordenada más, con lo cual se ve también afectado por la contracción de las magnitudes dada por las fórmulas de Lorentz cuando se estudia un sistema físico desde un sistema de referencia en movimiento con respecto al primero.
Por su parte "La teoría de la relatividad general" es una ampliación del concepto restringido al caso de sistemas en movimiento acelerado, y parte del principio de equivalencia entre los conceptos de masa gravitatoria y masa inerte, que implica, entre otras cosas, la interacción gravitatoria entre masa y radiación y la equivalencia entre masa y energía.
ALGUNOS DATOS ADICIONALES
Hoy por hoy el pensamiento científico de Einstein –según algunos- ya no genera la veneración propia de una verdad revelada. Mientras que para otros este sigue abriendo puertas hacia misterios que raramente pudieron ser imaginados sin su participación.
Albert Einstein vivió una infancia y adolescencia en un mundo que se iba disgregando: el siglo XIX. Nació en Ulm (Alemania) en 1879 para después morir en Princeton (Estados Unidos) en 1955. No cabe ninguna duda que Albert fue el "gran Físico alemán" de todos los tiempos. Su ambivalente biografía nos lleva a seguirlo mientras trata de efectuar estudios secundarios poco brillantes en Munich. Luego en 1896 ingresó en el Instituto Politécnico de Zurich y adoptó la ciudadanía suiza. Más tarde fue profesor en las universidades de Berna, Zurich, Praga y Berlín y miembro honorífico de numerosas academias y sociedades científicas.
En 1905, siendo profesor auxiliar en Berna, dio a conocer su teoría de la relatividad restringida, que modificaba profundamente los conceptos de la física clásica. En 1916 enunció la teoría de la relatividad generalizada, pieza fundamental de la física moderna. Al mismo tiempo llevó a cabo investigaciones sobre estadística, teoría cinética de los gases y reacciones fotoquímicas y enunció la ley del efecto fotoeléctrico, que le valió el premio Nobel de física en 1921.
En 1933 se vio obligado a refugiarse en Norteamérica, donde adquirió la nacionalidad, y en 1940, a pesar de su actitud pacifista, promovió con sus descubrimientos la fabricación de la primera bomba atómica. Sus importantes investigaciones en física teórica le convirtieron en uno de los científicos más destacados del siglo. Sus últimos trabajos, inconclusos, versaron sobre la teoría del campo unitario. De entre sus obras se destaca –según sus biógrafos- la memoria titulada "Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento" (1905), que establece los fundamentos de la teoría de la relatividad especial. Además, citan a "Principios de la teoría de la relatividad" (1916), "Sobre la teoría especial y general de la relatividad" (1917) y "Mi visión del mundo" (1934) entre otros textos especializados.
DIRIAMOS QUE SON...
... sólo cuestiones de física que no mucha gente comprende, pero que extrañamente, como pudimos observar en la Feria del Libro todavía hay gente que trata de conocer. Reconocemos que aun cuando su finalidad escape no sólo a las necesidades cotidianas y apunte a los misteriosos juegos mentales de lo más abstracto de la ciencia, Albert Eintein aún tiene lectores interesados.
Esto nos lleva a tratar de buscar una respuesta sobre la afirmación generalizada de los historiadores sobre Einstein como uno de los constructores ideológicos del siglo pasado. Algo que no es nada fácil. Nos atreveríamos solamente rescatar que el concepto de relatividad, que se refiere a la calidad de relativo de todo lo que podemos apreciar en el mundo físico, es algo unido al lenguaje común y a las actitudes filosóficas de mucha gente. Pero también recordar que esa cualidad es parte de una aberración de nuestra mente que a todo trata de darle un rótulo o una explicación a todo. Esta nunca dejará de ser una opinión –una opinión mental- y alguna vez entenderemos su significado.
Ahora bien, si actualmente los científicos están comenzando a trabajar en física con los Universos Paralelos, como simples escritores de ciencia ficción, esto seguramente se debe a las indagaciones de este Maestro que nos enseñó los potenciales de la imaginación y el pensamiento para indagar en lo más recóndito de las impensadas singularidades que nos rodean. (Juan Bazán)
con sus códigos y las aventuras de su pensamiento
A nadie –aún- se le ocurrió iniciar la saga del "Código Einstein", pero la imagen de este "sabio moderno", con sus extravagancias popularizadas por la prensa mundial, sigue se presta y está vigente en el conocimiento colectivo y las singularidades de su manera de pensar sigue fascinando a sus seguidores. Aún es un icono y sólo se conoce un reflejo de la verdadera persona. Curiosamente, junto a Freud y a Marx, es uno de los tres hombres a quien los historiadores acusan de ser los constructores ideológicos del mundo actual. Ese mundo que sufre profundas transformaciones, cuyas resonancias últimas, brotaron de sus mentes para abonar el caos con la esperanza de la aventura intelectual de encontrar el utópico cosmos prometido.
Tres novedades nos impulsan a este trabajo: la reciente publicación de Imágenes de Einstein. Relatividad y cultura en el mundo y en Argentina. De Miguel de Asúa y Diego Hurtado de Mendoza por EUDEBA; las nuevas "revelaciones amorosas" del sabio que surgen de unas cartas que aparecieron en estos días; y especialmente la relectura de ese clásico de Albert y Leopold Infeld titulado La física, aventura del pensamiento.
EL LIBRO DE EUDEBA
Imágenes de Einstein. Relatividad y cultura en el mundo y en Argentina.
Miguel de Asúa – Diego Hurtado de Mendoza
De igual manera que la palabra relatividad se fue deslizando, abusivamente, hacia terrenos artísticos, filosóficos e ideológicos hasta perder su sentido original, la figura histórica de Einstein ha quedado anulada por la estampita laica del sabio genial, tan reverenciado como poco entendido.
Así, cuando en el otoño de 1925 el físico alemán visita la Argentina –con el mito en plena gestación y a veinte años de la aparición de sus decisivos artículos– es aclamado más por su condición de personaje de fama internacional que por sus contribuciones revolucionarias a la ciencia de las que se sabía poco y nada. Este malentendido, como otros indistintamente desoladores, obliga a los autores de Imágenes de Einstein a soslayar la crónica minuciosa de su paso por el país y optar por la indagación acerca de cómo fue percibido, lo que se creyó entender, lo que fue imaginado, sentido y expresado a partir del análisis de tres áreas: la prensa, la filosofía y la literatura. Y, si bien el enfoque se centra en nuestro país, no se descuida la visión, desde esos mismos registros, efectuada en Alemania, Inglaterra, Francia y EE.UU. con el objeto de ilustrar los principales momentos del proceso de formación y las primeras manifestaciones del llamado "fenómeno Einstein" y a su vez –más importante aun para los fines de esta obra– trazar una contexto del episodio argentino, capaz tanto de reflejar aspectos universales que hacen a una historia cultural de la recepción de las ideas relativistas, como de aportar elementos cruciales para la comprensión histórica de los procesos de asimilación de la ciencia en países periféricos.
Tal vez uno de los principales méritos de este libro sea el de señalar las tensiones, reacciones y limitaciones que la sola presencia de Einstein desnudó en los medios científicos, periodísticos, filosóficos y literarios de nuestro país y es de esperar que, una vez superado el regusto amargo que producen ciertos episodios relatados, contribuya a reflexionar sobre la errática trayectoria de la ciencia en Argentina.
Miguel de Asúa es doctor en medicina (UBA), MA en historia y filosofía de la ciencia y Ph.D. en historia de la ciencia (University of Notre Dame, EE.UU.). Miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos, publicó numerosos artículos especializados sobre historia y filosofía de la ciencia. Sus últimos libros son Ciencia y literatura. Un relato histórico (Buenos Aires, Eudeba: 2004) y, en colaboración con Roger French, A New World of Animals. Early Modern Europeans and the Creatures of Iberian America (Aldershot, U.K., Ashgate, 2005). Es miembro de la carrera del investigador de Conicet, profesor titular de Historia de la Ciencia y de la Medicina en la Escuela de posgrado de la UNSAM, profesor de Filosofía en la USAL San Miguel y docente en la carrera docente de la FFYB de la UBA
Diego Hurtado de Mendoza es Doctor en Física (UBA). En la actualidad es miembro de la carrera de investigador de Conicet (área de historia), profesor titular regular de Historia de la ciencia en la Escuela de Humanidades de la UNSAM, director del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini (UNSAM) y de la revista de historia de la ciencia Saber y Tiempo. También es profesor de historia social de la ciencia en la Maestría de Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología de la UBA. Es autor del libro Los ideales de universidad científica (1931-1959). Elitismo y función social de la ciencia en la Argentina (Buenos Aires: Libros del Rojas, 2002) además de artículos en revistas nacionales e internacionales y capítulos de libro. Su especialidad es la historia social de la ciencia en América Latina durante el siglo XX. Actualmente trabaja en la historia de la energía nuclear en la Argentina.
LAS CARTAS DE AMOR
Una oscura amante de Einstein emergió de las cartas del científico dadas a conocer ayer por la Universidad Hebrea, echando nueva luz sobre la vida del genio. Ethel Michanowski, una socialista de Berlín, estuvo involucrada con Einstein a fines de los años veinte y comienzo de los treinta, y llegó tan lejos como para perseguirlo hasta Inglaterra, dijo Barbara Wolff, curadora de los archivos de Einstein de la Universidad.
Michanowski era una amiga de las hijastras de Einstein, y tenía alrededor de 30 años -15 menos que el científico- en el momento del affaire, dijo Wolff. Las más de 3500 páginas de correspondencia fueron escritas entre 1912 y 1955, año de su muerte. Entre las revelaciones figura también que Einstein perdió mucho del dinero del Nobel durante la Gran Depresión, que era un padre más devoto de lo que se pensaba y que no se hacía mucho problema por hablar de sus relaciones románticas con su segunda mujer. Se sabe que Einstein tuvo diez amantes, además de las dos mujeres con las que estuvo casado después de haber tenido romances con ellas, dijo Wolff. Michanowski y las otras -incluyendo a Margarete, Estella, dos Toni y una Betty- navegaron, leyeron libros, fueron a conciertos y otras actividades con él, dijeron los archivistas en una conferencia de prensa. Lo que más llama la atención de las más de 1300 cartas dadas a conocer ayer es la forma en que Einstein discutía abiertamente sus affaires extramatrimoniales con su segunda esposa y prima, Elsa, y su hijastra y confidente, Margot. Michanowski es mencionada en tres de las cartas dadas a conocer ayer. En una de 1931, a Margot, Einstein se queja: "La señora M. [Michanowski] me siguió a Inglaterra, y su asedio está fuera de control". Las cartas, la mayoría para Elsa y de su primera mujer y sus dos hijos, han estado en los Archivos de Einstein durante años. El testamento de Margot Einstein estipulaba que no podían darse a conocer hasta que hubieran pasado 20 años de la muerte del físico, el 8 de julio de 1986.
AQUEL CLÁSICO SOBRE
LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO
Este libro casi de divulgación, escrito junto a su amigo y colega Leopold Infeld, llamado "La física, aventura del pensamiento" puede resultar apasionante. Fue reeditado en una edición económica a mediados de 2004 y curiosamente practicamente "desapareció" de los kioscos de Buenos Aires en apenas unos pocos días. Nos topamos con otras ediciones, en la última Feria del Libro, que también eran adquiridas por la gente que visitaba la enorme muestra. Nos resultó curioso porque no es común ver a los "compradores comunes" de este tipo de libros. Pero... así sucedió.
En el corto prefacio del mismo Albert y Leopold dicen: "Este libro es una simple charla entre usted y nosotros. Puede usted encontrarla interesante o aburrida, torpe o apasionante; pero nuestro objeto se habrá cumplido si estas páginas le dan una idea de la eterna lucha de la inventiva humana en su afán de alcanzar una comprensión más completa de las leyes que rigen los fenómenos físicos."
A uno le cuesta creer que haya tantos interesados en "comprender", entre las personas de esta caotica ciudad, pero al parecer así es.
¿De qué hablan las ideas de Einstein?
Recordemos que "La teoría de la relatividad especial o restringida" (1905), está referida a sistemas no inerciales (velocidad constante), se basa en dos postulados fundamentales: según el primero, la luz se propaga con velocidad constante con independencia del movimiento de que esté animado el cuerpo que la emite; el segundo postulado establece la imposibilidad de demostrar experimentalmente si un cuerpo se halla en reposo o en movimiento uniforme y rectilíneo con velocidad constante.
La teoría de la relatividad ha tenido considerables consecuencias en la formulación cinemática de numerosos fenómenos en los que intervienen velocidades apreciables. Los fenómenos se describen en un espacio-tiempo cuadridimensional, en el que el tiempo pasa a ser una coordenada más, con lo cual se ve también afectado por la contracción de las magnitudes dada por las fórmulas de Lorentz cuando se estudia un sistema físico desde un sistema de referencia en movimiento con respecto al primero.
Por su parte "La teoría de la relatividad general" es una ampliación del concepto restringido al caso de sistemas en movimiento acelerado, y parte del principio de equivalencia entre los conceptos de masa gravitatoria y masa inerte, que implica, entre otras cosas, la interacción gravitatoria entre masa y radiación y la equivalencia entre masa y energía.
ALGUNOS DATOS ADICIONALES
Hoy por hoy el pensamiento científico de Einstein –según algunos- ya no genera la veneración propia de una verdad revelada. Mientras que para otros este sigue abriendo puertas hacia misterios que raramente pudieron ser imaginados sin su participación.
Albert Einstein vivió una infancia y adolescencia en un mundo que se iba disgregando: el siglo XIX. Nació en Ulm (Alemania) en 1879 para después morir en Princeton (Estados Unidos) en 1955. No cabe ninguna duda que Albert fue el "gran Físico alemán" de todos los tiempos. Su ambivalente biografía nos lleva a seguirlo mientras trata de efectuar estudios secundarios poco brillantes en Munich. Luego en 1896 ingresó en el Instituto Politécnico de Zurich y adoptó la ciudadanía suiza. Más tarde fue profesor en las universidades de Berna, Zurich, Praga y Berlín y miembro honorífico de numerosas academias y sociedades científicas.
En 1905, siendo profesor auxiliar en Berna, dio a conocer su teoría de la relatividad restringida, que modificaba profundamente los conceptos de la física clásica. En 1916 enunció la teoría de la relatividad generalizada, pieza fundamental de la física moderna. Al mismo tiempo llevó a cabo investigaciones sobre estadística, teoría cinética de los gases y reacciones fotoquímicas y enunció la ley del efecto fotoeléctrico, que le valió el premio Nobel de física en 1921.
En 1933 se vio obligado a refugiarse en Norteamérica, donde adquirió la nacionalidad, y en 1940, a pesar de su actitud pacifista, promovió con sus descubrimientos la fabricación de la primera bomba atómica. Sus importantes investigaciones en física teórica le convirtieron en uno de los científicos más destacados del siglo. Sus últimos trabajos, inconclusos, versaron sobre la teoría del campo unitario. De entre sus obras se destaca –según sus biógrafos- la memoria titulada "Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento" (1905), que establece los fundamentos de la teoría de la relatividad especial. Además, citan a "Principios de la teoría de la relatividad" (1916), "Sobre la teoría especial y general de la relatividad" (1917) y "Mi visión del mundo" (1934) entre otros textos especializados.
DIRIAMOS QUE SON...
... sólo cuestiones de física que no mucha gente comprende, pero que extrañamente, como pudimos observar en la Feria del Libro todavía hay gente que trata de conocer. Reconocemos que aun cuando su finalidad escape no sólo a las necesidades cotidianas y apunte a los misteriosos juegos mentales de lo más abstracto de la ciencia, Albert Eintein aún tiene lectores interesados.
Esto nos lleva a tratar de buscar una respuesta sobre la afirmación generalizada de los historiadores sobre Einstein como uno de los constructores ideológicos del siglo pasado. Algo que no es nada fácil. Nos atreveríamos solamente rescatar que el concepto de relatividad, que se refiere a la calidad de relativo de todo lo que podemos apreciar en el mundo físico, es algo unido al lenguaje común y a las actitudes filosóficas de mucha gente. Pero también recordar que esa cualidad es parte de una aberración de nuestra mente que a todo trata de darle un rótulo o una explicación a todo. Esta nunca dejará de ser una opinión –una opinión mental- y alguna vez entenderemos su significado.
Ahora bien, si actualmente los científicos están comenzando a trabajar en física con los Universos Paralelos, como simples escritores de ciencia ficción, esto seguramente se debe a las indagaciones de este Maestro que nos enseñó los potenciales de la imaginación y el pensamiento para indagar en lo más recóndito de las impensadas singularidades que nos rodean. (Juan Bazán)
21 jul 2006
DEL PASADO AL PRESENTE Y VICEVERSA
Hace un tiempo atrás se indagaba en Buenos
Aires el futuro de lo que hoy es el mundo
Jean Daniel, periodista y ensayista francés, fundador hace más de tres décadas de la prestigiosa revista de centroizquierda "Le Nouvel Observateur", se indagaba a fondo en Buenos Aires hace apenas una década atrás. Lo curioso de la relectura de este reportaje (más allá de sugerirnos parabolas sobre el rol del pensador), es lo que se puede rescatar en estas líneas mencionadas en aquella oportunidad: "Israel es un caso particular de país –decía Jean Daniel-, porque su drama es haber conectado un libro sagrado con un territorio. Personalmente, pienso que en la medida en que exista una nación israelí, habrá una desaparición del pueblo judío... La Biblia les impone ser un pueblo de testigos y sacerdotes. Si uno es eso, no se puede ser un Estado. No se puede tener un ejército, ni siquiera para la defensa... Hay que ser testigos y sacerdotes, y nada más. Dios le encomendó a Israel una misión imposible". (Para insertar esta reflexión en el momento actual, simplemente ver cualquier noticiero de televisión de estos días, donde aparecen las imagenes de una guerra casi eterna y el titulares tipo "El horror del infierno")
La oscura identidad del concepto de nación
Jean Daniel que acababa de visitar por primera vez a la Argentina para presentar su libro "Viaje al fondo de la nación", se mostraba confiado frente a la resolución de estos conflictos. (Que eran los conflictos que se planteaban hace apenas diez años atrás). Pero en ese momento el pensador frances hablaba de estos proyectandólos en el tiempo y los ubicába entre la tradición y la modernidad y suponemos que aún cree que habitan en el interior de cada sociedad del Primer Mundo, y que serán los propios gobiernos los que habrán de encontrar las soluciones necesarias.
En conferencia respondió a estas
preguntas con las siguientes respuestas:
¿Usted piensa que la brecha creciente
entre ricos y pobres puede conducir a un gran desastre?
Pienso que el problema ya no existe entre un Norte rico y un Sur pobre. Esto ya está superado, con lo cual el problema se torna más grave, y, al mismo tiempo, tal vez menos dramático. Lo nuevo es que todas las sociedades llamadas del Norte tienen un Sur en su interior. Son sociedades con dos o tres velocidades; ya no están separadas unas de otras.
Bueno, eso no conduce a la esperanza...
Piensen que hoy existen países como Estados Unidos donde hay tres sociedades o tres velocidades: están los ricos, están los pobres que esperan volverse ricos y hay una tercera parte de la población que no espera nada. En este sentido, es más grave. Es un problema tan importante como el subdesarrollo de Africa o el del continente asiático. Estos pueblos antes vivían con la esperanza de que pudiéramos resolver sus problemas. Hoy esos problemas son nuestros.
¿Se refiere a los nacionalismos e integrismos violentos?
Yo pienso que el integrismo religioso –decia en ese momento- no nació de la nada ni es una barbarie original. Es una reacción puritana contra una agresión particular de la modernidad. No creo que estemos volviendo al siglo XIX, como opina mi amigo Regis Debray.
¿Dónde radica lo distinto?
En que el mundo del siglo XIX ignoraba algo esencial: la mundialización de los intercambios. Y ese es el fenómeno más importante de este siglo. ¿De qué estoy hablando? De que se acabaron las distancias gracias a los medios de comunicación. El planeta es una sola cosa. Por eso, para mí, el nacionalismo no es un retorno sino una reacción. Esto va a durar 10 o 15 años, durante los cuales sufriremos mucho porque se verán numerosas convulsiones, pero no tienen futuro porque solo están sostenidas por aquello que las provocó.
Al principio de su libro usted se pregunta si hoy tiene sentido el concepto de nación. ¿Qué se responde?
Me formulé esa pregunta hace diez años, cuando la ideología dominante era marxista o marxistizante, y llevaba a todos a pensar que la nación y la religión eran dos conceptos condenados a desaparecer. Esa visión de las cosas continuó mientras tuvo sentido, es decir, durante la guerra fría, mientras había oposición entre las dos superpotencias. Los intelectuales, y no solo ellos, creían que lo que reinaba eran los internacionalismos ideológicos.
¿Y no era cierto?
Sí, lo era en ese momento. Y pensaban que esos internacionalismos ideológicos habían destruido a los nacionalismos. El mundo entonces pertenecía a la potencia y a los ideólogos. Y la potencia y los ideólogos pertenecían a los imperios. Había una concepción imperial como en los tiempos del imperio bizantino, del imperio otomano, del austro-húngaro. La gran sorpresa se produjo con la caída del Muro de Berlín. La historia dudó en ese momento. Yo digo que la nación es algo misterioso y, por eso, apasionante. No se puede decir que es una lengua, porque hay naciones donde existen varias lenguas. Tampoco es una religión, por el mismo motivo.
Bien, ¿pero qué es una nación?
Como le dije antes, es algo irreductible a un elemento. Es un conjunto de recuerdos y de proyectos. No es la familia, no es la tribu, no es el grupo. En todo caso, no basta con eso. Es algo indispensable y, al mismo tiempo, plantea un peligro.
¿Por qué?
El gran peligro es que en algunos momentos no se puede hacer la diferencia entre nación y nacionalismo. El propio Charles De Gaulle, que era un conservador católico y burgués, se congratulaba de que la mitad de los franceses tuviera un origen extranjero, pero decía que no era lo universal democrático, como en los Estados Unidos, lo que hacía la unión de los franceses. Se necesita otra cosa, con el riesgo de que sea un nacionalismo. Es necesario que sea otra cosa, pero no tiene que ser el nacionalismo. Sobre eso me interrogo en mi libro: sobre esa otra cosa que no es el nacionalismo, pero donde precisamente reside el cimiento de la nación.
Recuerdo, para finalizar, que alguien sugirió lo siguiente:
"La lucha de clases que Chaplin satirizaba a principios del siglo pasado, sin poder evitar el trasfondo amargo de la sonrisa que provocaba, era la antesala de otros odios profundos que separarían a los hombres." Los nacionalismos, las etnias, los más viejos rencores y las más bajas pasiones vienen enfrentando a unos y a otros, al extremo de plantearnos una visión apocalíptica del futuro. Y esto es cierto porque sabemos, por experiencia, que todo futuro se construye en el presente y siempre es algo que está más allá de nuestros ideales. (J.B.)
Aires el futuro de lo que hoy es el mundo
Jean Daniel, periodista y ensayista francés, fundador hace más de tres décadas de la prestigiosa revista de centroizquierda "Le Nouvel Observateur", se indagaba a fondo en Buenos Aires hace apenas una década atrás. Lo curioso de la relectura de este reportaje (más allá de sugerirnos parabolas sobre el rol del pensador), es lo que se puede rescatar en estas líneas mencionadas en aquella oportunidad: "Israel es un caso particular de país –decía Jean Daniel-, porque su drama es haber conectado un libro sagrado con un territorio. Personalmente, pienso que en la medida en que exista una nación israelí, habrá una desaparición del pueblo judío... La Biblia les impone ser un pueblo de testigos y sacerdotes. Si uno es eso, no se puede ser un Estado. No se puede tener un ejército, ni siquiera para la defensa... Hay que ser testigos y sacerdotes, y nada más. Dios le encomendó a Israel una misión imposible". (Para insertar esta reflexión en el momento actual, simplemente ver cualquier noticiero de televisión de estos días, donde aparecen las imagenes de una guerra casi eterna y el titulares tipo "El horror del infierno")
La oscura identidad del concepto de nación
Jean Daniel que acababa de visitar por primera vez a la Argentina para presentar su libro "Viaje al fondo de la nación", se mostraba confiado frente a la resolución de estos conflictos. (Que eran los conflictos que se planteaban hace apenas diez años atrás). Pero en ese momento el pensador frances hablaba de estos proyectandólos en el tiempo y los ubicába entre la tradición y la modernidad y suponemos que aún cree que habitan en el interior de cada sociedad del Primer Mundo, y que serán los propios gobiernos los que habrán de encontrar las soluciones necesarias.
En conferencia respondió a estas
preguntas con las siguientes respuestas:
¿Usted piensa que la brecha creciente
entre ricos y pobres puede conducir a un gran desastre?
Pienso que el problema ya no existe entre un Norte rico y un Sur pobre. Esto ya está superado, con lo cual el problema se torna más grave, y, al mismo tiempo, tal vez menos dramático. Lo nuevo es que todas las sociedades llamadas del Norte tienen un Sur en su interior. Son sociedades con dos o tres velocidades; ya no están separadas unas de otras.
Bueno, eso no conduce a la esperanza...
Piensen que hoy existen países como Estados Unidos donde hay tres sociedades o tres velocidades: están los ricos, están los pobres que esperan volverse ricos y hay una tercera parte de la población que no espera nada. En este sentido, es más grave. Es un problema tan importante como el subdesarrollo de Africa o el del continente asiático. Estos pueblos antes vivían con la esperanza de que pudiéramos resolver sus problemas. Hoy esos problemas son nuestros.
¿Se refiere a los nacionalismos e integrismos violentos?
Yo pienso que el integrismo religioso –decia en ese momento- no nació de la nada ni es una barbarie original. Es una reacción puritana contra una agresión particular de la modernidad. No creo que estemos volviendo al siglo XIX, como opina mi amigo Regis Debray.
¿Dónde radica lo distinto?
En que el mundo del siglo XIX ignoraba algo esencial: la mundialización de los intercambios. Y ese es el fenómeno más importante de este siglo. ¿De qué estoy hablando? De que se acabaron las distancias gracias a los medios de comunicación. El planeta es una sola cosa. Por eso, para mí, el nacionalismo no es un retorno sino una reacción. Esto va a durar 10 o 15 años, durante los cuales sufriremos mucho porque se verán numerosas convulsiones, pero no tienen futuro porque solo están sostenidas por aquello que las provocó.
Al principio de su libro usted se pregunta si hoy tiene sentido el concepto de nación. ¿Qué se responde?
Me formulé esa pregunta hace diez años, cuando la ideología dominante era marxista o marxistizante, y llevaba a todos a pensar que la nación y la religión eran dos conceptos condenados a desaparecer. Esa visión de las cosas continuó mientras tuvo sentido, es decir, durante la guerra fría, mientras había oposición entre las dos superpotencias. Los intelectuales, y no solo ellos, creían que lo que reinaba eran los internacionalismos ideológicos.
¿Y no era cierto?
Sí, lo era en ese momento. Y pensaban que esos internacionalismos ideológicos habían destruido a los nacionalismos. El mundo entonces pertenecía a la potencia y a los ideólogos. Y la potencia y los ideólogos pertenecían a los imperios. Había una concepción imperial como en los tiempos del imperio bizantino, del imperio otomano, del austro-húngaro. La gran sorpresa se produjo con la caída del Muro de Berlín. La historia dudó en ese momento. Yo digo que la nación es algo misterioso y, por eso, apasionante. No se puede decir que es una lengua, porque hay naciones donde existen varias lenguas. Tampoco es una religión, por el mismo motivo.
Bien, ¿pero qué es una nación?
Como le dije antes, es algo irreductible a un elemento. Es un conjunto de recuerdos y de proyectos. No es la familia, no es la tribu, no es el grupo. En todo caso, no basta con eso. Es algo indispensable y, al mismo tiempo, plantea un peligro.
¿Por qué?
El gran peligro es que en algunos momentos no se puede hacer la diferencia entre nación y nacionalismo. El propio Charles De Gaulle, que era un conservador católico y burgués, se congratulaba de que la mitad de los franceses tuviera un origen extranjero, pero decía que no era lo universal democrático, como en los Estados Unidos, lo que hacía la unión de los franceses. Se necesita otra cosa, con el riesgo de que sea un nacionalismo. Es necesario que sea otra cosa, pero no tiene que ser el nacionalismo. Sobre eso me interrogo en mi libro: sobre esa otra cosa que no es el nacionalismo, pero donde precisamente reside el cimiento de la nación.
Recuerdo, para finalizar, que alguien sugirió lo siguiente:
"La lucha de clases que Chaplin satirizaba a principios del siglo pasado, sin poder evitar el trasfondo amargo de la sonrisa que provocaba, era la antesala de otros odios profundos que separarían a los hombres." Los nacionalismos, las etnias, los más viejos rencores y las más bajas pasiones vienen enfrentando a unos y a otros, al extremo de plantearnos una visión apocalíptica del futuro. Y esto es cierto porque sabemos, por experiencia, que todo futuro se construye en el presente y siempre es algo que está más allá de nuestros ideales. (J.B.)
16 jul 2006
JORGE LUIS BORGES EN LA REVISTA SUR
Una pedagogia de odio
Las exhibiciones de odio pueden ser más obscenas y degradantes que las del apetito carnal. Y desafío a todos los amateurs de las estampas eróticas a que me muestren alguna más vil que cualquiera de las veintidós que componen el libro para niños Trau keinen Fuchs aut gruener Heid und keinem Jud bei seinem eid, ("no confíes en un zorro en una pradera verde, ni tampoco en un judío cuando promete algo") cuya cuarta edición está pululando en Baviera luego de tres primeras de 51.000 ejemplares cada una se hayan agotado. Su objeto es inculcar en los niños del Tercer Reich la desconfianza y la abominación al judío.Se trata, pues, de un curso de ejercicios de odio. En este curso colaboran el verso (ya conocemos las virtudes mnemotécnicas de la rima) y el grabado en colores (ya conocemos la eficacia de las imágenes).Interrogo una página cualquiera: la número cinco. Doy allí, no sin justificada perplejidad, con este poema didáctico: El alemán es un hombre altivo / que sabe trabajar y pelear / por lo mismo que es tan hermoso y emprendedor / es que lo odia el judío. Después nos recibe una cuarteta, no menos informativa y explícita: He aquí el judío – quien no lo reconoce / el sinverguenza mas grande de todo el reino / El se figura que es lindísimo/ y es horrible….Los grabados son todavía más astutos. El alemán es invariablemente un atleta escandinavo de 18 años, rápidamente caracterizado como un obrero. El judío es un turco plutócrata, amulatado, obeso y cincuentón. Este libro lo presenta barbudo, oscuro hasta la mulatez, para que sea el reverso de la hermosa bestia rubia.Otro grabado nos exhibe al judío como un enano lujurioso, que intenta seducir con un collar a una mujercita germánica. El siguiente, la acre recriminación del padre de la hija que acepta los regalos y promesas de Salomón Rosenfeld, que de seguro no la hará su mujer. Otro muestra la hediondez y la negligencia de los carniceros judíos, pese a que como es muy conocido las matanzas rituales exigen extremar las condiciones higiénicas. Otro, la desventaja de dejarse estafar por un abogado judío, que solicita a sus clientes un tributo incesante de huevos frescos, carne de ternera y grandes cantidades de harina. Al cabo de un año sus clientes han perdido el proceso pero el abogado pesa ya más de 120 kilos. Otro grabado, terrible: el alivio de los niños cuando son expulsados sus profesores judíos: ¡Queremos un maestro alemán! gritan en el dibujo los escolares. Un alegre maestro que sepa jugar con nosotros pero que mantenga la disciplina y el orden. Queremos un maestro alemán que nos devuelva la sensatez. Y es difícil no compartir este último anhelo: que vuelva la sensatez a Alemania.¿Qué opinar de un libro tan abominable como este? A mí personalmente me indigna menos por Israel que por la mismísima Alemania, menos por la injuriada y perseguida comunidad que por la injuriosa Nación. Es que ignoro realmente si el mundo puede llegar a prescindir de la tan maravillosa cultura alemana, a la que tan bochornosamente la están corrompiendo y aniquilando con estas enseñanzas de odio.
Jorge Luis Borges
SUR, Abril de 1937
Nota: Este texto –de nuestros papeles recobrados-, sugiere una dura crítica del Maestro a una situación que fue contemporánea en su tiempo. Nos llamó la atención ya que muchos de estos elementos sobreviven, no sólo en los aparatos ideológicos explicitos de la actualidad, sino que en mucha narrativa, en la información periodística cotidiana y, fundamentalmente, en el gran aparato mediático de la industria del cine y de la televisión que se consume masivamente. ¿Se trata de los mismos fines denunciados en los últimos parrafos? ¿Es en la cultura y en nuestras mentes dónde se sedimentan estas pedagogias del odio? Cada uno a sus propias reflexiones: pero no olvidemos, los medios actuales son infinitamente más sutiles y más efectivos que en aquellos tiempos. ¿Qué se puede pensar que lograrán ahora que sabemos lo que produjo aquella prédica? (J.B.)
Las exhibiciones de odio pueden ser más obscenas y degradantes que las del apetito carnal. Y desafío a todos los amateurs de las estampas eróticas a que me muestren alguna más vil que cualquiera de las veintidós que componen el libro para niños Trau keinen Fuchs aut gruener Heid und keinem Jud bei seinem eid, ("no confíes en un zorro en una pradera verde, ni tampoco en un judío cuando promete algo") cuya cuarta edición está pululando en Baviera luego de tres primeras de 51.000 ejemplares cada una se hayan agotado. Su objeto es inculcar en los niños del Tercer Reich la desconfianza y la abominación al judío.Se trata, pues, de un curso de ejercicios de odio. En este curso colaboran el verso (ya conocemos las virtudes mnemotécnicas de la rima) y el grabado en colores (ya conocemos la eficacia de las imágenes).Interrogo una página cualquiera: la número cinco. Doy allí, no sin justificada perplejidad, con este poema didáctico: El alemán es un hombre altivo / que sabe trabajar y pelear / por lo mismo que es tan hermoso y emprendedor / es que lo odia el judío. Después nos recibe una cuarteta, no menos informativa y explícita: He aquí el judío – quien no lo reconoce / el sinverguenza mas grande de todo el reino / El se figura que es lindísimo/ y es horrible….Los grabados son todavía más astutos. El alemán es invariablemente un atleta escandinavo de 18 años, rápidamente caracterizado como un obrero. El judío es un turco plutócrata, amulatado, obeso y cincuentón. Este libro lo presenta barbudo, oscuro hasta la mulatez, para que sea el reverso de la hermosa bestia rubia.Otro grabado nos exhibe al judío como un enano lujurioso, que intenta seducir con un collar a una mujercita germánica. El siguiente, la acre recriminación del padre de la hija que acepta los regalos y promesas de Salomón Rosenfeld, que de seguro no la hará su mujer. Otro muestra la hediondez y la negligencia de los carniceros judíos, pese a que como es muy conocido las matanzas rituales exigen extremar las condiciones higiénicas. Otro, la desventaja de dejarse estafar por un abogado judío, que solicita a sus clientes un tributo incesante de huevos frescos, carne de ternera y grandes cantidades de harina. Al cabo de un año sus clientes han perdido el proceso pero el abogado pesa ya más de 120 kilos. Otro grabado, terrible: el alivio de los niños cuando son expulsados sus profesores judíos: ¡Queremos un maestro alemán! gritan en el dibujo los escolares. Un alegre maestro que sepa jugar con nosotros pero que mantenga la disciplina y el orden. Queremos un maestro alemán que nos devuelva la sensatez. Y es difícil no compartir este último anhelo: que vuelva la sensatez a Alemania.¿Qué opinar de un libro tan abominable como este? A mí personalmente me indigna menos por Israel que por la mismísima Alemania, menos por la injuriada y perseguida comunidad que por la injuriosa Nación. Es que ignoro realmente si el mundo puede llegar a prescindir de la tan maravillosa cultura alemana, a la que tan bochornosamente la están corrompiendo y aniquilando con estas enseñanzas de odio.
Jorge Luis Borges
SUR, Abril de 1937
Nota: Este texto –de nuestros papeles recobrados-, sugiere una dura crítica del Maestro a una situación que fue contemporánea en su tiempo. Nos llamó la atención ya que muchos de estos elementos sobreviven, no sólo en los aparatos ideológicos explicitos de la actualidad, sino que en mucha narrativa, en la información periodística cotidiana y, fundamentalmente, en el gran aparato mediático de la industria del cine y de la televisión que se consume masivamente. ¿Se trata de los mismos fines denunciados en los últimos parrafos? ¿Es en la cultura y en nuestras mentes dónde se sedimentan estas pedagogias del odio? Cada uno a sus propias reflexiones: pero no olvidemos, los medios actuales son infinitamente más sutiles y más efectivos que en aquellos tiempos. ¿Qué se puede pensar que lograrán ahora que sabemos lo que produjo aquella prédica? (J.B.)
13 jul 2006
POLITICA Y GOBIERNO DE LA CIUDAD
¿Cuales son las razones para que la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires carezca de régimen municipal?
Sobre la Buenos Aires oculta
Desde 1995, esto es hace más de diez años, la ciudad de Buenos Aires, que fue la primera en tenerlo con anterioridad a la sanción de la Constitución Nacional, carece de régimen municipal. Régimen municipal quiere decir mucho más que la mera existencia de Municipalidades.
Por Víctor García Costa.
Desde 1995, esto es hace más de diez años, la ciudad de Buenos Aires, que fue la primera en tenerlo con anterioridad a la sanción de la Constitución Nacional, carece de régimen municipal. Régimen municipal quiere decir mucho más que la mera existencia de Municipalidades.La existencia de ese régimen municipal es exigida a las provincias por el artículo 5º de la Constitución Nacional, en un mismo plano que la administración de justicia y la educación primaria, para garantizarles el goce y ejercicio de sus instituciones.Este régimen municipal exigido para la más modesta ciudad argentina no debería serlo en menor grado para la más importante ciudad que es, a la vez, la Capital de la Nación. Esas funciones propias del régimen municipal, para la Ciudad Autónoma fueron renunciadas implícitamente por la Constitución Nacional y expresamente por la primera Constitución de esa Ciudad Autónoma. La ciudad de Buenos Aires tiene, a partir de las sanciones de la Reforma de la Constitución Nacional (1994) y de la Constitución de la Ciudad (1995), un funcionario de nominación equívoca al que se ha dado en llamar Jefe de Gobierno, por que no se ha querido que fuera el tradicional Intendente Municipal, esto es, el funcionario ejecutivo propio de las Municipalidades argentinas. Decimos nominación equívoca porque, en el sistema institucional argentino, la expresión gobierno, significa el conjunto de los tres poderes o ramas funcionales: Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial. Por eso es que se dice poderes del Gobierno y no debe decirse, aunque se lo diga equivocadamente, poderes del Estado, porque el Estado no tiene poderes sino que es un poder en sí mismo.Si al funcionario Intendente se lo llama constitucionalmente Jefe de Gobierno, eso quiere decir que sería el jefe de los tres poderes que forman el gobierno, lo que equivale a otorgarle algo así como la suma del poder público. La verdad es que ninguno de los tres poderes tiene Jefes. En ese camino, los concejales han pasado a ser legisladores y el Concejo Deliberante se ha convertido en Legislatura de la Ciudad, a la que se ha adjetivado de autónoma, pero es una ciudad autónoma diferente de las demás ciudades autónomas argentinas que tienen su Intendente y sus Concejales, esto es que en esa parte cumplen el régimen municipal exigido por el artículo 5° de la Constitución Nacional.Puede que estas reflexiones suenen a algunos como un reclamo municipalista pasado de moda, casi como un retroceso frente a los "novedosos avances realizados’’.Nos permitimos recordar que desde la escuela primaria se nos enseñó que el municipio es la célula madre de la democracia, al punto que, históricamente, las comunas fueron los centros de las más grandes luchas en defensa de la libertad y de la justicia, incluida nuestra Revolución de Mayo. La Historia universal de las instituciones políticas demuestra que, muchas veces, la novedad, como el remedio, resulta ser peor que la enfermedad.
Se ha dicho que el régimen municipal quedará reestablecido por el sistema de Comunas en que ha sido dividida la ciudad pero, a pesar de la ley 1777, esas Comunas, que han sido delimitadas, aún carecen de funcionamiento. A la distancia, en perspectiva, como deben ser observados los procesos históricos, con la mayor objetividad posible, debe reconocerse que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no ha definido aún cómo se inserta en el régimen institucional argentino y cuales son sus componentes: ciudad, ciudad-estado, etapa previa a una provincialización sin departamentos o distritos. No creemos que, en esta materia tan delicada valga aquello de "a lo hecho, pecho’’.
(Víctor García Costa es historiador, político, legislador y periodista. Autor de una veintena de libros sobre estos temas, se destaca en estos momentos, por ser uno de los coleccionistas privados de libros y materiales de consulta más importante de la Argentina.)
Autónoma de Buenos Aires carezca de régimen municipal?
Sobre la Buenos Aires oculta
Desde 1995, esto es hace más de diez años, la ciudad de Buenos Aires, que fue la primera en tenerlo con anterioridad a la sanción de la Constitución Nacional, carece de régimen municipal. Régimen municipal quiere decir mucho más que la mera existencia de Municipalidades.
Por Víctor García Costa.
Desde 1995, esto es hace más de diez años, la ciudad de Buenos Aires, que fue la primera en tenerlo con anterioridad a la sanción de la Constitución Nacional, carece de régimen municipal. Régimen municipal quiere decir mucho más que la mera existencia de Municipalidades.La existencia de ese régimen municipal es exigida a las provincias por el artículo 5º de la Constitución Nacional, en un mismo plano que la administración de justicia y la educación primaria, para garantizarles el goce y ejercicio de sus instituciones.Este régimen municipal exigido para la más modesta ciudad argentina no debería serlo en menor grado para la más importante ciudad que es, a la vez, la Capital de la Nación. Esas funciones propias del régimen municipal, para la Ciudad Autónoma fueron renunciadas implícitamente por la Constitución Nacional y expresamente por la primera Constitución de esa Ciudad Autónoma. La ciudad de Buenos Aires tiene, a partir de las sanciones de la Reforma de la Constitución Nacional (1994) y de la Constitución de la Ciudad (1995), un funcionario de nominación equívoca al que se ha dado en llamar Jefe de Gobierno, por que no se ha querido que fuera el tradicional Intendente Municipal, esto es, el funcionario ejecutivo propio de las Municipalidades argentinas. Decimos nominación equívoca porque, en el sistema institucional argentino, la expresión gobierno, significa el conjunto de los tres poderes o ramas funcionales: Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial. Por eso es que se dice poderes del Gobierno y no debe decirse, aunque se lo diga equivocadamente, poderes del Estado, porque el Estado no tiene poderes sino que es un poder en sí mismo.Si al funcionario Intendente se lo llama constitucionalmente Jefe de Gobierno, eso quiere decir que sería el jefe de los tres poderes que forman el gobierno, lo que equivale a otorgarle algo así como la suma del poder público. La verdad es que ninguno de los tres poderes tiene Jefes. En ese camino, los concejales han pasado a ser legisladores y el Concejo Deliberante se ha convertido en Legislatura de la Ciudad, a la que se ha adjetivado de autónoma, pero es una ciudad autónoma diferente de las demás ciudades autónomas argentinas que tienen su Intendente y sus Concejales, esto es que en esa parte cumplen el régimen municipal exigido por el artículo 5° de la Constitución Nacional.Puede que estas reflexiones suenen a algunos como un reclamo municipalista pasado de moda, casi como un retroceso frente a los "novedosos avances realizados’’.Nos permitimos recordar que desde la escuela primaria se nos enseñó que el municipio es la célula madre de la democracia, al punto que, históricamente, las comunas fueron los centros de las más grandes luchas en defensa de la libertad y de la justicia, incluida nuestra Revolución de Mayo. La Historia universal de las instituciones políticas demuestra que, muchas veces, la novedad, como el remedio, resulta ser peor que la enfermedad.
Se ha dicho que el régimen municipal quedará reestablecido por el sistema de Comunas en que ha sido dividida la ciudad pero, a pesar de la ley 1777, esas Comunas, que han sido delimitadas, aún carecen de funcionamiento. A la distancia, en perspectiva, como deben ser observados los procesos históricos, con la mayor objetividad posible, debe reconocerse que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no ha definido aún cómo se inserta en el régimen institucional argentino y cuales son sus componentes: ciudad, ciudad-estado, etapa previa a una provincialización sin departamentos o distritos. No creemos que, en esta materia tan delicada valga aquello de "a lo hecho, pecho’’.
(Víctor García Costa es historiador, político, legislador y periodista. Autor de una veintena de libros sobre estos temas, se destaca en estos momentos, por ser uno de los coleccionistas privados de libros y materiales de consulta más importante de la Argentina.)
12 jul 2006
LOS BEMOLES DE “LA CELESTE Y BLANCA”
Ese telón de fondo sobre el que se explota el patrioterismo
Con la fiebre mundialista de estos días pasados, los colores de nuestra bandera, son conviertieron en el decorado de fondo (fundamentalmente político-mediático), de casi todo un espectaculo recurrente que fue sucediendo ante nuestros ojos. Un decorado –quizás cuestionable- dónde los argentinos depositan emocionalmente gran parte de sus aspiraciones, ilusiones y frustraciones. Aun cuando no siempre fue así, ahora con el fútbol, todo tiene que ver con la celeste y blanca... especialmente esa variante que explota esa extraña forma del patrioterismo. Y con mucho éxito... Pero sabemos que casi nada es como la habitual representación mental que tenemos de los hechos, y también en la historia de la "celeste y blanca", existen enigmas y poco conocidos datos que a esta altura ya parecen secretos conspirativos. Estos son algunos datos sobre el tema. Esperamos otros aportes que nos ayuden a lidiar con nuestra ignorancia. (J.B.)
HISTORIAS SOBRE
LA BLANCA Y AZUL CELESTE
Algo es totalmente cierto: Nuestra enseña patria es obra de la tenacidad de Manuel Belgrano. El prócer la impuso como símbolo nacional antes de que el gobierno la aprobase como tal. Los testimonios de una historia casi misteriosa siguen guardados en libros que pocos leen. En este repaso de la literatura existente, nos iremos enterando de aquello que ya deberíamos saber: no todo es lo que parece en aquello que cultivamos como memoria colectiva.
Sobre los colores de la bandera hay controversias, anécdotas y leyendas. Además, en diversas ocasiones, se ha especulado sobre el interrogante de los motivos que llevaron a Manuel Belgrano a elegir los colores blanco y azul celeste para la bandera que enarboló en las Barrancas del Paraná, algo que de todas formas tiene su explicación. En la "Gran Enciclopedia Argentina" que dirigiera Diego Abad de Santillán, se advierte que "esos colores estaban en el ambiente y fueron volviéndose tradición y más adelante los morenistas los usaron para diferenciarse de los savedristas y proclamar su fe en la Revolución de Mayo". Es oportuno recordar –según el mismo texto-, que ya los llevaban los húsares de Pueyrredón cuando sucedieron las invasiones inglesas.
Con respecto al primer tema, es Dardo Corvalán Mendilaharsu quien en el capítulo "Los símbolos patrios" de la Historia Argentina editada por la Academia Nacional de la Historia, afirma que cuando French llega a la Plaza el 25 de Mayo y observó que una parte del pueblo se había refugiado de la lluvia bajo la Recova, "se adornaba ya con la divisa en el sombrero de una cinta azul y otra blanca". Al ver eso, French actuó con rapidez y compró cintas de esos colores que repartió entre los suyos para diferenciarlos de los españoles que portaban una cinta roja. Esto nos permite decir que los colores de nuestra insignia patria se empezaron a popularizar con la Revolución de Mayo.
Ya en plena guerra independista, fue Manuel Belgrano quien planteó la necesidad de sustituir los colores españoles por otros que nos identificaran. Comprendía la necesidad de diferenciar a las tropas de la revolución de las realistas, y el 13 de febrero de 1812 escribe al Triunvirato desde Rosario: "Parece que ha llegado el caso de que se sirva declarar la escarapela nacional que debemos usar para que no se equivoque con la de nuestros enemigos y no haya ocasiones que puedan sernos de perjuicio, y como por otra parte hay cuerpos del ejército que la llevan diferente, de modo que casi sea una señal de división, cuyas sombras, si es posible, deben alejarse como Vuestra Excelencia sabe, me tomo la libertad de exigir la declaración que antes expuse".
El Triunvirato recién resuelve la situación el 18 de mayo de 1812 al disponer que los colores blanco y azul celeste serían los colores de la escarapela, por lo cual la posteridad establece el 18 de mayo como Día de la Escarapela. Como Belgrano no recibió la respuesta con la rapidez que esperaba, decide avanzar aún más para tener un símbolo propio, y lo hace en las Barrancas del Paraná al inaugurar las baterías Independencia y Libertad el 27 de febrero de 1812, fecha en que enarboló la bandera blanca y azul celeste, colores que todavía no habían sido aprobados para la escarapela nacional por el Triunvirato.
En esta ocasión, comunicaba que "siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y azul celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V.E.".
El Primer Triunvirato lo desautorizó con severidad porque "enarbolando la bandera blanca y celeste, como indicante de que debe ser nuestra divisa, las cree este gobierno de una influencia capaz de destruir los fundamentos con que se fundan nuestras operaciones y protestas", refiriéndose a la proclamada lealtad a Fernando VII.
Belgrano acató la orden, pero en el segundo aniversario del 25 de Mayo, que lo encuentra en Jujuy, volvió a enarbolar una bandera con los mismos colores. El abanderado fue el barón de Holmberg que, además, la llevó hasta los balcones del Cabildo jujeño donde fue bendecida por el canónigo Juan Ignacio Gorriti.
Estos hechos le ocasionan a Belgrano una nueva reprimenda del gobierno de Buenos Aires, que le advierte que será "la última vez que sacrificará hasta tal punto los respetos de su autoridad y los intereses de la Nación", y le ordena que a vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho, en cumplimiento de esta suprema resolución".
La respuesta de Belgrano también fue terminante. Decía que "la bandera la he recogido, y la desharé para que no haya ni memoria de ella"… "pero si acaso me preguntaren por ella responderé que se reserva para el día de una gran victoria del Ejército".
Belgrano tenía muy en claro que el significado de un símbolo hacía que su importancia iba más allá de distinguir amigos y enemigos, porque actuaba como factor aglutinante antes, durante y después de las batallas, y era un símbolo de identidad.
Además del episodio referido a la bandera, Belgrano había recibido la orden de no dar batalla y replegarse hasta Córdoba, orden que no acató y en cambio trataba de reorganizar el ejército para frenar el avance de los españoles. Así les da batalla en Tucumán, obteniendo un triunfo resonante. Vuelve a enarbolar la bandera celeste y blanca, cumpliendo lo que había prometido hacer en ocasión de "una gran victoria del Ejército".
José María Paz relata en sus "Memorias Póstumas" que en el Río Pasaje "tuvo lugar la solemnidad del juramento, que se recibió del ejército de defender el nuevo pabellón celeste y blanco, que adoptaba nuestro país". En este caso, no hubo reprimenda de Buenos Aires porque había cambiado la orientación política con un nuevo Triunvirato y la reunión de la Asamblea General Constituyente que aprobó emitir moneda propia, un escudo nacional y una "Marcha patriótica "que anuncia la independencia de "una nueva y gloriosa Nación".
Pedro Agrelo, que fue asambleísta, comenta que si bien no se aprobó la nueva bandera "se mandó quitar de todas partes la bandera española y se sustituyó, de hecho, por un nuevo escudo". A su vez Beruti, en sus "Noticias curiosas", expresa que en ocasión del tercer aniversario de la Revolución "no se puso bandera española en el fuerte, antes por el contrario se le quitó el mastelero del asta de bandera donde se ponía, sintiéndose que no se hubiera puesto la nuestra en reemplazo de aquella".
Ricardo O. Jacob, en una extensa nota que publica en "Todo es Historia" de junio-julio de 1992 bajo el título "Los colores nacionales", señala que el Cabildo de Salta, con motivo del tercer aniversario de la Revolución de Mayo, solicita "al gobierno los fondos necesarios para formar una bandera con las armas de la Asamblea el 14 de mayo. Así se hizo en ese tercer aniversario, según lo cuenta Feliciano Chiclana: "Es el nuevo estandarte de color celeste y blanco con cordones, borlas y aparejos del mismo color: por un costado se ven las armas del Estado, que con el árbol, el gorro de la Libertad, sostenidos de los brazos unidos y rodeado de dos guirnaldas, y por la parte superior un sol naciente con esta inscripción en toda la circunferencia: Soberana Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata".
Jacob advierte que "es difícil establecer si este estandarte se aproxima a las características de la bandera de Belgrano. Tal vez no por ser justamente un estandarte. Sólo establece que sus colores son celeste y blanco, pero no dice si las franjas –que son dos-, deben ser verticales u horizontales. Muchos estudiosos del tema se inclinan a creer que se trata de franjas verticales. De ser así, es muy probable que ésta haya servido de modelo a la Bandera de los Andes".
La oficialización de la bandera nacional debió esperar hasta que el Congreso de Tucumán, luego de declarar la Independencia, resolviera en sesión del 20 de julio de 1816 que "Elevadas las Provincias Unidas en Sud América al rango de una Nación, después de la declaración solemne de su Independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de bandera menor, ínterin sea decretada al término de las presentes discusiones la forma de gobierno más conveniente al territorio".
Manuel Belgrano, con su tenacidad, fue logrando que la insignia se hiciese carne en la opinión pública antes de que el gobierno se decidiese a declarar a la bandera el símbolo nacional de los argentinos. Esto explica también que el día de la muerte del prócer, el 20 de junio, haya sido decretado el Día de la Bandera en su honor. Lo que pocos saben es como llegó "nuestra celeste y blanca" a tomar la forma que actualmente tiene.
Algo es totalmente cierto: Nuestra enseña patria es obra de la tenacidad de Manuel Belgrano. El prócer la impuso como símbolo nacional antes de que el gobierno la aprobase como tal. Los testimonios de una historia casi misteriosa siguen guardados en libros que pocos leen. En este repaso de la literatura existente, nos iremos enterando de aquello que ya deberíamos saber: no todo es lo que parece en aquello que cultivamos como memoria colectiva.
Sobre los colores de la bandera hay controversias, anécdotas y leyendas. Además, en diversas ocasiones, se ha especulado sobre el interrogante de los motivos que llevaron a Manuel Belgrano a elegir los colores blanco y azul celeste para la bandera que enarboló en las Barrancas del Paraná, algo que de todas formas tiene su explicación. En la "Gran Enciclopedia Argentina" que dirigiera Diego Abad de Santillán, se advierte que "esos colores estaban en el ambiente y fueron volviéndose tradición y más adelante los morenistas los usaron para diferenciarse de los savedristas y proclamar su fe en la Revolución de Mayo". Es oportuno recordar –según el mismo texto-, que ya los llevaban los húsares de Pueyrredón cuando sucedieron las invasiones inglesas.
Con respecto al primer tema, es Dardo Corvalán Mendilaharsu quien en el capítulo "Los símbolos patrios" de la Historia Argentina editada por la Academia Nacional de la Historia, afirma que cuando French llega a la Plaza el 25 de Mayo y observó que una parte del pueblo se había refugiado de la lluvia bajo la Recova, "se adornaba ya con la divisa en el sombrero de una cinta azul y otra blanca". Al ver eso, French actuó con rapidez y compró cintas de esos colores que repartió entre los suyos para diferenciarlos de los españoles que portaban una cinta roja. Esto nos permite decir que los colores de nuestra insignia patria se empezaron a popularizar con la Revolución de Mayo.
Ya en plena guerra independista, fue Manuel Belgrano quien planteó la necesidad de sustituir los colores españoles por otros que nos identificaran. Comprendía la necesidad de diferenciar a las tropas de la revolución de las realistas, y el 13 de febrero de 1812 escribe al Triunvirato desde Rosario: "Parece que ha llegado el caso de que se sirva declarar la escarapela nacional que debemos usar para que no se equivoque con la de nuestros enemigos y no haya ocasiones que puedan sernos de perjuicio, y como por otra parte hay cuerpos del ejército que la llevan diferente, de modo que casi sea una señal de división, cuyas sombras, si es posible, deben alejarse como Vuestra Excelencia sabe, me tomo la libertad de exigir la declaración que antes expuse".
El Triunvirato recién resuelve la situación el 18 de mayo de 1812 al disponer que los colores blanco y azul celeste serían los colores de la escarapela, por lo cual la posteridad establece el 18 de mayo como Día de la Escarapela. Como Belgrano no recibió la respuesta con la rapidez que esperaba, decide avanzar aún más para tener un símbolo propio, y lo hace en las Barrancas del Paraná al inaugurar las baterías Independencia y Libertad el 27 de febrero de 1812, fecha en que enarboló la bandera blanca y azul celeste, colores que todavía no habían sido aprobados para la escarapela nacional por el Triunvirato.
En esta ocasión, comunicaba que "siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y azul celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V.E.".
El Primer Triunvirato lo desautorizó con severidad porque "enarbolando la bandera blanca y celeste, como indicante de que debe ser nuestra divisa, las cree este gobierno de una influencia capaz de destruir los fundamentos con que se fundan nuestras operaciones y protestas", refiriéndose a la proclamada lealtad a Fernando VII.
Belgrano acató la orden, pero en el segundo aniversario del 25 de Mayo, que lo encuentra en Jujuy, volvió a enarbolar una bandera con los mismos colores. El abanderado fue el barón de Holmberg que, además, la llevó hasta los balcones del Cabildo jujeño donde fue bendecida por el canónigo Juan Ignacio Gorriti.
Estos hechos le ocasionan a Belgrano una nueva reprimenda del gobierno de Buenos Aires, que le advierte que será "la última vez que sacrificará hasta tal punto los respetos de su autoridad y los intereses de la Nación", y le ordena que a vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho, en cumplimiento de esta suprema resolución".
La respuesta de Belgrano también fue terminante. Decía que "la bandera la he recogido, y la desharé para que no haya ni memoria de ella"… "pero si acaso me preguntaren por ella responderé que se reserva para el día de una gran victoria del Ejército".
Belgrano tenía muy en claro que el significado de un símbolo hacía que su importancia iba más allá de distinguir amigos y enemigos, porque actuaba como factor aglutinante antes, durante y después de las batallas, y era un símbolo de identidad.
Además del episodio referido a la bandera, Belgrano había recibido la orden de no dar batalla y replegarse hasta Córdoba, orden que no acató y en cambio trataba de reorganizar el ejército para frenar el avance de los españoles. Así les da batalla en Tucumán, obteniendo un triunfo resonante. Vuelve a enarbolar la bandera celeste y blanca, cumpliendo lo que había prometido hacer en ocasión de "una gran victoria del Ejército".
José María Paz relata en sus "Memorias Póstumas" que en el Río Pasaje "tuvo lugar la solemnidad del juramento, que se recibió del ejército de defender el nuevo pabellón celeste y blanco, que adoptaba nuestro país". En este caso, no hubo reprimenda de Buenos Aires porque había cambiado la orientación política con un nuevo Triunvirato y la reunión de la Asamblea General Constituyente que aprobó emitir moneda propia, un escudo nacional y una "Marcha patriótica "que anuncia la independencia de "una nueva y gloriosa Nación".
Pedro Agrelo, que fue asambleísta, comenta que si bien no se aprobó la nueva bandera "se mandó quitar de todas partes la bandera española y se sustituyó, de hecho, por un nuevo escudo". A su vez Beruti, en sus "Noticias curiosas", expresa que en ocasión del tercer aniversario de la Revolución "no se puso bandera española en el fuerte, antes por el contrario se le quitó el mastelero del asta de bandera donde se ponía, sintiéndose que no se hubiera puesto la nuestra en reemplazo de aquella".
Ricardo O. Jacob, en una extensa nota que publica en "Todo es Historia" de junio-julio de 1992 bajo el título "Los colores nacionales", señala que el Cabildo de Salta, con motivo del tercer aniversario de la Revolución de Mayo, solicita "al gobierno los fondos necesarios para formar una bandera con las armas de la Asamblea el 14 de mayo. Así se hizo en ese tercer aniversario, según lo cuenta Feliciano Chiclana: "Es el nuevo estandarte de color celeste y blanco con cordones, borlas y aparejos del mismo color: por un costado se ven las armas del Estado, que con el árbol, el gorro de la Libertad, sostenidos de los brazos unidos y rodeado de dos guirnaldas, y por la parte superior un sol naciente con esta inscripción en toda la circunferencia: Soberana Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata".
Jacob advierte que "es difícil establecer si este estandarte se aproxima a las características de la bandera de Belgrano. Tal vez no por ser justamente un estandarte. Sólo establece que sus colores son celeste y blanco, pero no dice si las franjas –que son dos-, deben ser verticales u horizontales. Muchos estudiosos del tema se inclinan a creer que se trata de franjas verticales. De ser así, es muy probable que ésta haya servido de modelo a la Bandera de los Andes".
La oficialización de la bandera nacional debió esperar hasta que el Congreso de Tucumán, luego de declarar la Independencia, resolviera en sesión del 20 de julio de 1816 que "Elevadas las Provincias Unidas en Sud América al rango de una Nación, después de la declaración solemne de su Independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de bandera menor, ínterin sea decretada al término de las presentes discusiones la forma de gobierno más conveniente al territorio".
Manuel Belgrano, con su tenacidad, fue logrando que la insignia se hiciese carne en la opinión pública antes de que el gobierno se decidiese a declarar a la bandera el símbolo nacional de los argentinos. Esto explica también que el día de la muerte del prócer, el 20 de junio, haya sido decretado el Día de la Bandera en su honor. Lo que pocos saben es como llegó "nuestra celeste y blanca" a tomar la forma que actualmente tiene.
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